Una de las cosas más difíciles que tiene que atravesar el ser humano es aceptar la derrota al momento que llega.
Pero peor todavía, es tener que lidiar con sentirse traicionado.
Y eso precisamente fue lo que experimentó Pedro Martínez, luego de los entrenamientos de primavera de 1993, cuando pertenecía a los Dodgers de Los Angeles.
Martínez había recibido la promesa de Fred Claire de que cuando terminaran los entrenamientos se quedaría con el equipo grande.
Mucho más después de una actuación de 23 ponches en 26.2 entradas y efectividad de 2.70.
Al “romper campamento”, el nombre de Pedro estaba en el listado de los que se quedaban en el equipo grande.
Pero montado en el autobús que salía de Dodgertown para el aeropuerto con el equipo grande, a Martínez le comunicaron que se bajara que iba para las menores.
“Lo único que podía pensar era dónde estaba Fred. En ese momento entendí por qué la gente se vuelve loca y mata a su jefe – se acumula frustración y entonces se pierde el control… llamé a mis padres y les dije que iba a renunciar y dejarlo todo”, relata Martínez en su libro “Pedro” escrito junto a Michael Silverman.
Martínez explicó que en ese momento, un empleado de los Dodgers se apareció en un autobús junto a un psicólogo para llevarlo a él y a Henry Rodríguez (que también había sido enviado a las menores e iba a renunciar) al aeropuerto aunque primero se fueron a una playa y ambos fueron convencidos de quedarse.
Después de discutir con varios empleados y coaches de los Dodgers tras volver a Dodgertown, Pedro recibió una llamada de su hermano Ramón, quien lo enderezó.
“Pedro, sabes por lo que yo mismo he pasado y ya hemos hablado de esto. Se tomará un tiempo, pero te garantizo que te van a subir la primera semana de la temporada, algo va a suceder”, le dijo Ramón a Pedro.
Y así fue.
Tras iniciar en AAA, en la primera semana de la temporada de Grandes Ligas, Todd Worrell se lastimó el brazo de lanzar y Pedro fue llamado para subir a Grandes Ligas.
El sueño de acompañar a Ramón en las mayores estaba a punto de cumplirse, y el temperamental Pedro comenzaba a sentirse mejor consigo mismo.