Pedro Florentino, el olvidado

Pedro Florentino, el olvidado

Desde que en el 1844 comenzó la lucha armada, contra los vecinos occidentales, Pedro Florentino en las sureñas lindes fronterizas fue un denodado combatiente. Antonio Duvergé fue “El Centinela de la Frontera”; pero a Pedro Florentino hay que considerarlo como a uno de los vigilantes más avizores de la guardarraya del Sur. Pedro Florentino, igual que Pedro Santana, era nativo de Hincha. Y no era negro como algunos podrían pensar, sino un mulato, buen mozo y corpulento.

En el manejo del sable tuvo pocos rivales. Y famoso fue el duelo que sostuvo con otro bravo del legendario Sur. Con Timoteo Ogando, el cabeza de la tribu heroica de Pedro Corto. A partir de ese hecho se decía que “Florentino presinó (persignó) a Timoteo”, porque le tumbó el sable y en la frente le marcó una cruz.

En la guerra de la independencia, Florentino combatió en las dos fronteras, ya que en enero de 1856, en la batalla de Sabana Larga, él fue uno de los jefes del ejército libertador. En el 1856 fue nombrado gobernador baecista de La Vega. Y cuando estalló la revolución del 7 de julio de 1857 contra Báez, en Santiago, no la combatió ni la apoyó y se concentró en la Capital a soportar, a padecer el sitio largo de once meses, que tumbó el gobierno. Cayó Buenaventura Báez, que como siempre se marchó al exilio. Entonces Florentino se fue a vivir a San Juan de la Maguana. Resultando é1 en el Sur el general de más alto rango. Era él general de división.

Al iniciarse la guerra restauradora, ésta tenía como su representante y propagandista en el Sur bravío, al general José Durán. El general Durán logró sonsacar, logró conquistar para la muy noble causa de la patria a Pedro Florentino y a Aniceto Martínez.

El gobierno provisional del Cibao, con asiento en la hidalga urbe santiaguera, procedió a nombrar a Pedro Florentino como Jefe Superior de Operaciones, en el Sur. El nombrado de inmediato comenzó a recibir parabienes y múltiples adhesiones de todos los pueblos y campos de todas esas aguerridas comarcas. Y llegó con sus tropas a Baní y a San Cristóbal. Precisamente en San Cristóbal se encontraba Gregorio Luperón organizando guerrillas, cuando Pedro Florentino, un hombre de reconocido valor, trató con mucha deferencia a Luperón y le presentó el decreto del gobierno de Santiago, donde a él, a Florentino se le nombraba Jefe Superior del Sur. Y además le presentó una orden, donde se le mandaba fusilar a Luperón. Luperón la leyó y le dijo: “General Florentino, cumpla usted con su deber”. Florentino le manifestó: “Retírese a la casa, donde usted se encuentra alojado”. Más tarde Florentino se presentó frente a Luperón, diciéndole: “Voy a mandarle un oficio, para que usted salga por el camino de El Maniel. Para que el gobierno lo fusile a usted allá en Santiago. Porque yo no debo cargar con la responsabilidad de semejante crimen”.

Felizmente Luperón falleció en Puerto Plata en el 1897. Y el presidente Lilís le hizo notable sepelio. Un gran entierro, digno del “Gran Taita Gollito Luperón”.

Finalmente decimos que a Pedro Florentino le mataron a su hijo, el Capitán “Santo Domingo Florentino”. Y no apeló a la venganza. A Pedro Florentino lo mató en la frontera, estando dormido, el teniente Juan Rondón.

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