Pedro Gil Iturbides – Al cuadrilátero, por la basura

Pedro Gil Iturbides – Al cuadrilátero, por la basura

Varios de los administradores municipales de jurisdicciones circunvecinas al Distrito Nacional escenifican una reyerta respecto del destino final de la basura. Cercado, Roberto Salcedo, el síndico distrital, se ha preguntado dónde depositar los desperdicios urbanos. Y entre tanto, el viejo centro de la capital y barrios aledaños contemplan un retardo en el servicio de la recolección.

Si los Síndicos en cuyos territorios se encuentran los vertederos mantuviesen limpios los poblados que les corresponden, al escarceo se le vería sentido. Pero basta un recorrido por esos lugares para advertir que vive entre nosotros el perro del hortelano. Porque ni limpian ellos, ni dejan limpiar a los demás. Es una larga y triste historia que repetimos hasta la saciedad desde los días mismos del descubrimiento, y que nuestro egoísmo, el atávico sentido del particularismo, nos impide superar.

Sembramos la separación humana como se siembra la yuca. Y por supuesto, la cosecha no puede ser lisonjera. Basta hacer un recorrido por toda la jurisdicción de los municipios de la Provincia Santo Domingo, y aún del Municipio de Haina, para darnos cuenta de lo absurdo de determinadas reacciones.

Pero mientras nosotros discutimos dónde tirar los desperdicios sólidos, otros países aceleran el compromiso de convertirlos en energía o darles otra forma útil de existencia. La revista Deutschland, en su número 2 de este año, nos trajo la noticia de la conferencia celebrada en Alemania sobre energías renovables. En la primera semana de este mes de junio, expertos europeos y de otras naciones discutieron cómo convertir la biomasa en energía. Aunque también, y con la misma preeminencia, cómo lograr que el sol, el aire y el agua nos provean de mayor cantidad de energía eléctrica.

Los alemanes tienen mucho tiempo en esas bregas. No se han entretenido en impedirle el alcalde de Colonia al alcalde de Bonn que bote la basura. Una política nacional, inspirada en la necesidad de eliminar el efecto invernadero, busca soluciones, no reyertas. Pueden hallarse afiliados a partidos social demócratas, demócrata o social cristianos, liberales o ecologistas (verdes, como se autodenominan ellos), pero todos se dirigen al mismo objetivo.

(Ay del político que se desvía notoriamente del camino que debe conducir ésa, u otra nación europea, hacia el bien común! En cambio, nosotros andamos sin cortapisas ni tropiezos por las veredas de los intereses particulares, sin que ello nos cueste un voto. De ahí estas disputas inútiles y el escamoteo al servicio público.

Conforme señala esta revista, los alemanes se precian de ocupar el segundo lugar en la producción de energía solar. El primer lugar lo ocupa Japón. Pero los alemanes han hecho de la cuenca del Ruhr, la antigua región carbonífera y de altos hornos, una zona para producir paneles solares.

Fábricas grandes y pequeñas utilizan sílice para producir paneles que utilizados en ese país, ya representan el 8% de la energía utilizada en los hogares. Pero no se han entretenido en energía solar y aprovechan el aire, siendo los primeros productores de energía eólica.

Desde hace un tiempo aprovechan la biomasa. El interés de las autoridades públicas es que la producción lograda por la conversión de basura sólida o líquida , residuos maderables y aceites, genere el 10% de la energía eléctrica y el 20% de energía para la calefacción. Desde el año pasado están produciendo combustible para los trenes de la red intercontinental, a partir de aceites destilados de biomasa.

En el ínterin, nosotros discutimos, desperdiciamos la ocasión que nos dieron los japoneses de hacer en Duquesa un relleno sanitario y, conforme ancestral costumbre, lo volvimos vertedero.

Nunca he podido olvidar lo escrito en 1847 por David Dixon Porter, aquél oficial de Estados Unidos de Norteamérica que nos visitó ese año. Venía, enviado por el departamento de marina, interesado en determinar si era posible reconocer nuestra independencia. Durante varios días estuvo en Santo Domingo, la capital, antes de emprender un viaje en recua hasta el norte del país. Observó cómo lanzábamos desperdicios sólidos y líquidos al medio de las calles, y habló de ello con los ministros del gabinete. La explicación que le dimos, de antología, la repetimos para nuestro coleto todavía hoy.

Se hereda esa costumbre de la ocupación haitiana.

La herencia, por supuesto, la hicimos nuestra. Y la vivimos con fruición.

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