Cuando Felipe González habló la semana pasada en el salón de la Asamblea Nacional, se definió como un político pragmático. Y lo es. En la jefatura del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), pudo repetir los yerros de la república. En cambio, sin decirlo, asió la política de un republicano pragmático que pudo salvar ese experimento, don Juan Negrín. La obcecación tanto como el radicalismo de socialistas y comunistas impidieron su obra.
Los nacionalistas se levantaron en armas tras el asesinato de Joaquín Calvo Sotelo, y José Sanjurjo y Francisco Franco cambiaron la historia de España.
Al último, tras un interregno ejercido por Adolfo Suárez, tocó recoger las raidas banderas que Negrín intentó izar poco antes del levantamiento de los nacionalistas. Ambos, Negrín en aquél turbulento período de la República Española, éste en el postfranquismo, se dieron cuenta que los gobiernos no están hechos para el reparto indiscriminado de bienes. Por el contrario, están llamados a propulsar la creación de riquezas que, adecuadamente redistribuidas, deben servir al bienestar de un pueblo.
Negrín murió hace años. González ha venido al país a ofrecer consejos gratuitos a sus amigos dominicanos. Y con esas miras habló en el Palacio del Congreso, el martes de la semana pasada.
Por eso recordó una expresión que escribiese hace alrededor de medio siglo David M. Potter: que a las izquierdas gusta distribuir sin crear. No dejó sin embargo de lanzar un dardo a las derechas, pues éstas gustan crear riquezas que no redistribuyen. En ambas posiciones subyace una forma de egoísmo que mina la estabilidad y crecimiento de los pueblos.
Tal punto de vista no lo lanzó González al aire para llenar espacio en su disertación. Quiso decirlo, por el contrario, porque está consciente que a Hipólito Mejía lo derrotó el populismo sobre el cual pretendió levantarse.
Hipertrofiada la burocracia por gastos administrativos desordenados, perdió el control de la economía, encareció la vida, y se enajenó la voluntad del votante. De ello, disimuladamente, habló el político español hace una semana.
Pero González no habló únicamente para el Presidente Mejía. A su lado se hallaba, además, el Presidente electo, Dr. Leonel Fernández. Una lectura ponderada de sus palabras permite establecer que habló para ambos sin herir susceptibilidades. De modo que conviene releer ese discurso, en una época de gasto público desenfrenado y de doloroso retroceso nacional.
En poco tiempo corresponderá al Presidente Fernández asumir la administración del Gobierno Dominicano. Sus opciones son escasas. Pero tiene una oportunidad de oro para ganar lauros como estadista o convertirse en otro más de nuestros mandatarios. A él corresponde elegir su propio derrotero.
Encuentra una economía deteriorada, tras un cuatrienio de crecientes dificultades. Si lograse catapultar a los sectores productivos, se consagraría, joven aún, como estadista. En el discurso del ex jefe de gobierno español puede hallar, en frases que debe espigar, las claves de un buen gobierno. En el conocimiento de la historia pasada y reciente de la República Dominicana, puede abrevar para elegir su derrotero. Pero todo se centra en el gasto público y en su decisión de convertir el Presupuesto de Ingresos y Ley de Gastos Públicos en un instrumento de desarrollo.