Pedro Henríquez Ureña como poeta

Pedro Henríquez Ureña como poeta

POR ELADIO DE LOS SANTOS GARCÍA
Partiendo de la concepción de poesía como toda literatura escrita con sentido estético, nos damos cuenta de que el valor de poeta de Pedro Henríquez Ureña no debe establecerse a partir solamente de los versos que escribiera, sino de toda su obra literaria y científica.

Para hablar de la poesía de Pedro Henríquez Ureña, entonces debemos hablar de su poesía en versos y de su poesía en prosa. Debemos decir, para mayor propiedad, que Pedro Henríquez Ureña, fue poeta-versificador desde muy joven hasta 1916, más o menos, cuando escribe sus últimos versos, y poeta-prosista, siempre, a través de sus hermosos ensayos, hasta su muerte.

La visión tradicional que concibe a la poesía únicamente como versificación ha ayudado a la permanencia de la idea de que Pedro, con el paso de los años, dejó de ser poeta. Nada más incierto. Pedro Henríquez Ureña dejó de hacer versos, de escribir versos, pero nunca dejó de ser poeta.

Jacobo De Lara dice que 1905 es el mejor año de Pedro Henríquez Ureña como poeta. Sin embargo, debiera decirse más propiamente que fue su mejor año como versificador, como hacedor de versos. Porque en verdad, el mejor año como poeta de P. H. U. no se sabe cuál fue en realidad. ¿Cómo se puede determinar el mejor año como poeta de un creador cuya obra entera no desmaya nunca en términos?

El versificador

Indiscutiblemente la influencia de Salomé Ureña en el aún niño Pedro fue determinante para motivarlo hacia la escritura de versos. Así, podemos ver en los poemas juveniles de Pedro la influencia en los temas y en las construcciones sintácticas de muchas figuras literarias que eran propias de la poesía versificada de su madre (ver su poema Íntima de 1903).

Pedro Henríquez Ureña, como lo demostraría posteriormente en sus escritos sobre versificación y métrica, poseía de sobra agilidad en la construcción de versos. Incluso, de muy joven improvisaba en versos. Esto da una idea del dominio del verso en él.  Pero tal parece que el verso, y más el sujeto a medida, era insuficiente para el fervor poético de este escultor de ideas y metáforas. No es un secreto para nadie que quien mayor dominio tenga sobre la lengua, si tiene creatividad, mayor serán los niveles poéticos que se logren en la escritura. Mayores serán los niveles de simbología. Para ser buen poeta debe haber, indispensablemente, dominio de la lengua y creatividad, y a Pedro Henríquez Ureña estas dos condiciones le sobraban.

Dice Max Henríquez Ureña que  los primeros versos de genuino sabor modernista que ostentaban la firma de un autor dominicano, eran los de Flores de Otoño, poema que escribiera Pedro Henríquez Ureña en octubre de 1901. A partir de este dato ofrecido por su hermano, podemos decir que Pedro Henríquez Ureña es el primer poeta modernista de la República Dominicana. Aunque no hemos investigado esto por nuestra cuenta, damos crédito a esta afirmación de Max, puesto que él y Pedro (que además eran muy serios en sus juicios), de adolescentes, habían escrito una antología de poetas dominicanos, de lo cual se desprende que conocían, sino toda, casi toda la poesía en versos de significancia escrita en el país anteriormente a ellos.

En ese poema, se evidencia el influjo modernista, más bien el influjo de Rubén Darío, a quien como sabemos, se había leído en su juventud temprana Pedro Henríquez Ureña (ver poema).

El poeta-prosista

Como ya dijimos, Pedro Henríquez Ureña dejó de ser versificador alrededor de 1916. Pero poeta no dejó de serlo sino hasta la muerte. Su poesía siguió latente en sus ensayos, en donde muchas veces las cimas poéticas fueron insuperables. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que don Pedro fue mucho mejor poeta en su prosa que en sus versos. En sus Ensayos Críticos podemos cerciorarnos de esta afirmación. Por ejemplo, en ensayos como Ariel y D`Annunzio, la revelación lírica del autor es como un río caudaloso de figuras e imágenes. En verdad estos son “poemensayos”. Uno de los ensayos de excelsa altura poética (y por ello simbólica) es Utopía de América. Llevar, a través de la exposición de ideas, a metaforizar esa propia utopía diciendo que ésta debe ser nuestra flecha de anhelo, ¿no es acaso, además de pensador, un poeta quien se nos revela aquí? ¿Acaso no es buen poeta quien es tan consciente del sentido estético de su propio discurso, de sus características rítmicas y prosódicas, y de su sintaxis?

En Pedro Henríquez Ureña la poesía, la buena poesía, el sentido estético, artístico, fue parte de su ideal de cultura. La razón y el sentido estético fue parte esencial de esa utopía americana que proyectó.

Pedro Henríquez Ureña fue siempre poeta. Quizás el hecho de nacer y criarse bajo el influjo de esa práctica (en verso como en prosa), de vivir en ella, determinó que siempre lo fuera. Su acercamiento a la lengua fue, primero, a través del sentido estético, poético. Y ese sentido nunca estuvo ausente en su vida. Creo que para este hombre de elevada sensibilidad, la lengua y la poesía eran una unidad; así como no concebía a la cultura sin lengua, tampoco concebía a la lengua sin poesía.

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