Pedro Henríquez Ureña, Constitución y el Plan de Regularización de dominicanos en Argentina

Pedro Henríquez Ureña, Constitución y el Plan de Regularización de dominicanos en Argentina

Gerard Radhames De Los Santos

Pocos días atrás tenía que realizar un trámite universitario y burocrático en la Ciudad de La Plata, que es la capital de la provincia de Buenos Aires, la Capital Federal, aunque lleva el mismo nombre funciona como autónoma.  Para ir a La Plata en las vías correspondientes tomas una autopista en auto privado, el recorrido de los autobuses de transporte público y/o el servicio de trenes interurbanos argentinos.

Yo opté por tomar el tren, tenía que salir del barrio Constitución en la Capital Federal y Autónoma de Buenos Aires.  La estación Constitución posee un amplio frontal que lleva el mismo nombre, allí en la estación y la plaza convergen para los dominicanos dos cosas importantes, la primera es que el 11 de mayo de 1946 cae muerto en uno de los trenes de esta estación el intelectual, filólogo, crítico y escritor dominicano Pedro Henríquez Ureña, que a pesar de poseer una dote intelectual de sus padres logro sentar sus propias bases y luces.  Don Pedro había logrado calar dentro de la sociedad argentina, no obstante al hecho de que se le consideraba en España un indiano caribeño y en el mismo Buenos Aires, no le perdonaron ser dominicano, como alude a su persona el gran Jorge Luis Borges.

Con el tiempo se ha reconocido a Pedro Henríquez Ureña como uno de los principales humanistas de América.  Lo que me llama mucho la atención es que aun las autoridades diplomáticas dominicanas en la Argentina no han motivado lo suficiente para que por lo menos una plaza, una escuela, una biblioteca, una calle o hasta una vereda lleve el nombre de quien es descrito por el nobel de literatura Borges y el fabuloso Sábato, como un peregrino del saber en América.

La otra cosa que compartimos los dominicanos con la plaza y la estación Constitución es el ejercicio de uno de los oficios más antiguos de la historia, la prostitución.  En esta plaza se concentran mujeres dominicanas a decenas por cantidad a prostituirse, muchas de ellas vinieron con el engaño de que logrando documento argentino podían emigra a Europa más fácil, otras ya estando aquí y desesperadas por ayudar las familias optaron por esta desgraciada elección, las demás fueron incentivada por la trata de blancas las cuales las motiva y le pinta color rosa lo que es simplemente gris.  Todos en Buenos Aires conocen la historieta de las prostitutas dominicanas y  cuando tratan de opacarte en una conversación, simplemente dicen que solo hay que ir a Plaza Constitución y ver lo que traen los dominicanos a la Argentina.  No exportamos a la Argentina nuestro ron, nuestra cerveza, nuestras frutas, nuestras prendas de vestir, ni hemos exportado a Bosch, Salome, Moreno Jiménez, Mir, Alix, Del Cabral, ni hemos exportado a la Argentina a Guillo, Cándido, Morel, ni a ningún otro artista plástico, de las letras o intelectual. Visitas una biblioteca cualquiera o las principales y no encuentras autores dominicanos.   La política diplomática dominicana en Argentina no ha logrado pasar más allá de un simple trámite representativo cumplido en ocasiones a medias.

La debilidad diplomática es tal que nuestra sede de embajada está ubicada en un sexto piso en un apartamento con no más de 4 ambientes o habitaciones, cuyo acceso es restringido, hasta para los dominicanos.  No posee, para lo peor, ni una placa y ni una bandera que identifique aquí, al menos está la embajada de nadie.  La sección consular de Buenos Aires está ubicada al menos en planta baja (para los dominicanos, primer piso) y por lo menos tiene una bandera que por unas pulgadas más se diferencia de las que regalaba CODETEL en aquellos momentos mozos de motivación patriótica colegial.

Si esta situación de poca identidad afecta a las dependencias llamadas a representar a los dominicanos en Argentina, podemos deducir de la eficiencia y la eficacia de sus servicios y la calidad de su representación.

El ejemplo más emblemático es que nuestra representación diplomática no ha podido reorientar nuestra reputación ante la sociedad argentina.  Reorientarla a que no se nos vea como simples playas, indios en naguas, prostitutas desplazadas por un sistema social de su país de origen, narcotraficantes detenidos por micro tráfico en las cárceles locales.  Luchar para que si nos vean como una comunidad pujante, con deseos de progreso, de preparación y respeto a un país que nos acoge.  Pero esto solo se puede lograr cuando el recurso humano de nuestra diplomacia pasa a ser operante y deja de ser, en nuestra gran colmena, un grupo de zánganos.

Los dilemas dominicanos de la Plaza Constitución donde convergen la prostitución y la droga frente al lugar donde muere un humanista, peregrino del saber en América, uno de los pocos dominicanos en llevar en su pecho la medalla del deber cumplido,  enarbolada la tricolor del ideólogo patrio quien lucho y lucho hasta morir, con su pensamiento puesto en Dios, puesto en la Patria y puesto en la Libertad.

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