Pedro Henríquez Ureña en México

Pedro Henríquez Ureña en México

Conocí al Dr. Jorge Tena Reyes a principio de la década de los ochenta, ambos envueltos en común en lides académicas de educación superior. Admito que siempre lo asocié al pensamiento hostosiano, pero desconocía el seguimiento que le daba al maestro humanista panamericano Pedro Henríquez Ureña. Es en octubre de 2016 cuando gratamente me lo encuentro como autor de una formidable biografía de ese genio literario, nacido a finales del siglo XIX, producto del hogar de la poeta nacional, Salomé Ureña, y de su esposo médico y político Francisco Henríquez y Carvajal. El formato del texto no podía ser mejor; se inicia con la historia de la isla caribeña, continúa en perfecto orden cronológico, pasando por la Independencia, la Restauración, el gobierno del Partido Azul y la fatídica instauración de la dictadura de Lilís. Ese último evento político trajo funestas consecuencias a la familia que estaba muy identificada con el pensamiento positivista de Eugenio María De Hostos. La muerte temprana de su madre a causa de la tuberculosis golpeó profundamente el espíritu del hijo. Condenado a una vida errante anduvo por New York, Cuba, México, y la Argentina en donde le sorprendió la muerte.
Me llamó poderosamente la atención su permanencia continua en tierra mexicana del año 1906 al 1914, ayudando a fundar El Ateneo de la Juventud, institución que agrupaba a la intelectualidad pensante y literaria azteca. Gobernaba el presidente Porfirio Díaz quien llevaba más de treinta años en el poder. La educación pública seguía el pensamiento filosófica positivista de Comte. Don Pedro brindó su apoyo al movimiento que entendía como gastado el modelo existente y luchaba por un cambio. Jorge reseña la opinión del filósofo Eugenio Pucciarelli, quien dice de Henríquez Ureña lo siguiente: “Sus investigaciones minuciosas en los dominios de la literatura y de la lengua, que siempre marcaron sus preferencias, no le habían adormecido el gusto por las ideas generales que concebía como caminos de acceso al corazón de la realidad. Enseñaba a enfrentar los problemas con criterio independiente y a pensar las cosas desde la raíz”. Comenta Tena Reyes: <<Reiteramos que el proceso de liquidación del positivismo se inicia real efectivamente con el célebre discurso pronunciado en el Teatro Abreu por don Justo Sierra en honor de Barreda, el 22 de marzo de 1908, y con las conferencias de Caso. Con esas acciones quedó patentizado el final del pensamiento positivista, el cual había alcanzado la categoría de filosofía oficial del régimen del general Porfirio Díaz, cuya dictadura se encontraba en 1909 también en el ocaso, a pesar de las señales continuistas que se expresaban desde el propio seno del gobierno. Pero su fragmentación y el cansancio de la población eran obvios, situación que alentaba a los sectores oposicionistas que ya percibían el final del régimen porfirista. Entre ellos vale mencionar, en forma destacada, a la juventud intelectual alrededor de la cual se movía Pedro Henríquez Ureña quien, a pesar de estar consciente de la conveniencia de mantenerse al margen del grupismo político, se vio envuelto tangencialmente en el laborantismo que antecedió a la revolución de 1910>>.
Don Pedro Henríquez conoció a profundidad la cultura mexicana e hizo importantes aportes al desarrollo de su literatura. Por ello ha sido considerado como hijo adoptivo del país de Benito Juárez y Francisco Villa. Un imperecedero tesoro intelectual que compartimos iberoamericanos y caribeños.

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