Pedro José Benoit, destacado crítico de la ocupación militar norteamericana del 1916

Pedro José Benoit, destacado crítico de la ocupación militar norteamericana del 1916

Pedro José Benoit fue modelo de perseverancia, combate, inteligencia, patriotismo, honestidad y trabajo demostrados en el ininterrumpido ejercicio periodístico desarrollado a través de su periódico Prensa Local, que tuvo permanencia de cuarenta años con él como fundador, director, redactor, editor, componedor, cobrador, repartidor. Fue maestro de generaciones de periodistas e impresores y aliento de promesas literarias que contaron con su orientación generosa y la decidida divulgación de sus incipientes producciones.

En la publicación, libró fieras batallas contra la ocupación norteamericana de 1916 y enfrentó injusticias y arbitrariedades de autoridades locales en época tan peligrosa como la tiranía trujillista por lo que fue encarcelado y su periódico e imprenta intervenidos. Tras cada puesta en libertad, el semanario ampliaba sus páginas con las firmas de los ciudadanos que apoyaban sus posiciones de denuncia. Tal ocurrió con el gobernador, general Clemente Saviñón, atacado por sus desafueros, lo que dio lugar a que el dictador Trujillo enviara a la localidad al Procurador Diógenes del Orbe para acallarlo, según recuerda el hijo del distinguido periodista, el general retirado Pedro Bartolomé Benoit Van-Der-Horst.

“Diógenes le pidió ante el público reunido en la gobernación que, a nombre de Trujillo, se abrazaran, a lo que mi padre respondió: ‘Es la primera vez que voy a desobedecer la orden de un Presidente, porque no me abrazo con ese caballero de la triste figura”. A la media hora, comenta, estaba en la fortaleza Santa Bárbara.

En esas páginas dominicales, Benoit propugnaba por el progreso de Samaná, promovía actividades culturales y sociales “y abarcó todo lo que una prensa debe hacer en una región que quería desarrollarse. Defender los intereses del pueblo le costó prisión”, refiere don Pedro Bartolomé.

El singular comunicador, voraz lector de Alejandro Dumas, Homero, Víctor Hugo, se interesó por el oficio después de un viaje a La Vega, en 1907, donde aprendió el trabajo de imprenta, pues antes había sido platero y aprendiz de músico. En esta última actividad, disgustado durante una función, arrojó el clarinete en presencia del gobernador civil y militar, general Alejandro Anderson (Macabón) quien tras hacerlo recoger el instrumento expresó: “ese muchacho puede llegar lejos, tiene coraje y decisión”.

Se inició luego como impresor con un equipo improvisado por él, con tipos que guardaba en cajas de fósforos. Imprimía cabecillas para casas comerciales, programas de actos oficiales y públicos, tarjetas de presentación y de felicitaciones, esquelas mortuorias, oraciones, etiquetas, hojas sueltas. El 29 de junio de 1908 fundó Prensa Local, que además de los sucesos y noticias políticas, culturales, sociales, anunciaba los libros de una pequeña librería propiedad de Benoit.

Aun así, su labor la desempeñó casi en la extrema pobreza. Su hijo recuerda que “como la economía no era tan buena, se veía muchas veces en la necesidad de buscar dinero prestado para la comida”. Pedro Bartolomé era el portador de las peticiones escritas cuando el padre había tocado ya todas las puertas y no había a quien acudir. La noble acción del vástago frente al posible arrastre por una corriente de agua de la señora Lucía Bustamante, conmovió el corazón del general Domingo Peguero quien, frente al hecho, ayudó “a sacar el gato fuera del fogón”. En la calle El Progreso, luego Julio A. Lavandier, Benoit reciprocaba el bien que recibía redactando gratuitamente cartas y colocando material gastable de su exigua existencia a la comunidad samanense.

[b]Prensa local[/b]

Tenía cuatro páginas pero cuando se producían accidentes, muertes estremecedoras, llegaba una compañía de teatro o un alto funcionario del Estado, “incluyendo al Jefe”, aumentaban a ocho. Siempre se vendía a cinco centavos. Don Pedro llegó a tener una máquina de escribir marca Oliver, pero en principio redactaba a mano, “iba al chivalette para componer las letras, que formaba una por una, hasta completar el texto. Escribía mucho, leía, limpiaba sus tipos, era muy organizado”, recuerda don Pedro Bartolomé.

“En 1910, gracias a una pequeña economía adquirió una prensa de mayor tamaño y aumentó la dimensión y tirada del periódico, mejorando su formato. Con tal motivo, fueron muchos los jóvenes que llevaron a las páginas de Prensa Local los más bellos trabajos literarios de su inspiración, iniciándose algunos en la imprenta o el periodismo. Al poco tiempo, el periódico comenzó a tener corresponsales en el interior del país y asiduos colaboradores”, según un biógrafo del inquieto escritor.

El especial medio de comunicación, sin embargo, producía tan poco que sobrevivía por los trabajos “de remiendo” de su dueño o con el diario de la comida de la familia. “Pero es que era su obsesión, su hija mayor, decía, y no quería interrumpirlo”. Atravesando la más cruel miseria, después de cobrar tras ruegos una deuda del gobierno, “lejos de invertir en las múltiples necesidades del hogar y con la venia de sus acreedores”, encargó una prensa a Alemania, ya que la vieja se volvió inservible y su débil estado de salud le impedía manejarla. La nueva llegó al país pero él no pudo pagar balance, flete, impuestos, arrimo. Prensa Local siguió imprimiéndose en una pieza de museo que, según versiones, fue la que imprimió el célebre manifiesto de Montecristi, de José Martí, que le fue prestada por Alonso Demorizi.

El periodista y propietario de la imprenta Perseverancia era, según su hijo, un excelente padre al que recuerda cuando lo llevó al consultorio del doctor Lalane a extraerle una muela “ya viejo, mojándose”, y al que vio llorar de tristeza “cuando vine a ingresar a la guardia. Al embarcarme casi de madrugada en el bote-motor Ifaaya, de Samaná a Sabana de la Mar, se le salieron las lágrimas”. Él había pronosticado la inclinación de su vástago la noche que éste nació, cuando los músicos de la retreta lo recibieron con la marcha Doble Aguila, “muy de moda en esos días por la guerra europea”. Manifiesta haber recibido de su padre, como ejemplo, la nobleza, y confiesa seguir las lecciones de “humanismo, bondad, respeto, que le inculcó aquel trabajador “bien presentado, indio claro, de facciones finas”.

[b]Pedro Benoit[/b]

Pedro José nació el uno de noviembre de 1873, en Puerto Plata, hijo del coronel restaurador Pedro Salomé Benoit y de Bartolina de Cruz, hija de próceres de la Independencia. Realizó sus primeros estudios con el maestro Andrés Vicioso y luego de inglés con el profesor norteamericano Peter Van-Der-Horst. En 1878, cuando contaba cinco años de edad, sus padres se trasladaron a la ciudad peninsular de Samaná, donde casó con Juana Mariana Smith, de quien enviudó el diecinueve de marzo de 1912. Luego contrajo matrimonio con Daysi Van-Der- Horst, madre de sus diez hijos: Pedro Ángel, Pedro Emilio, Pedro José, Pedro Moisés, Pedro Bartolomé, Pedro Francisco, Petra Emilia Altagracia, Petra Salomé, Petra Deseada y Petra Esperanza.

Murió el veinticinco de enero de 1949 y su muerte mereció el lamento de sus colegas que editorializaron exaltando al viejo periodista que “rindió su última jornada pobre, viejo, achacoso, azotado por tristes pesadumbres”.

En junio de 1966, por iniciativa de Ignacio Martínez H. y Miguel Ángel Martínez Sánchez, se designaron como Pedro Benoit la biblioteca pública de Samaná y una de las principales calles del sector Vietnam, Los Minas, Santo Domingo.

“Fue un buen padre, un gran munícipe, un liberal, sin querer ponderarlo como a un Dios. Pertenecía a las logias y era ferviente católico pero, como mi madre era protestante, permitía que fuéramos con ella a la iglesia”, cuenta el hijo.

En una de las tantas crónicas lamentando su fallecimiento, se destacaba su titánico ejercicio “en ese campo estéril, cuajado de cardos, espinas, sinsabores, decepciones: Ese hombre, lejos de imprimir su periódico con tinta, lo hacía con su sudor y con su sangre”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas