Pedro José Gris se revela como artista plástico

Pedro José Gris se revela como artista plástico

Nadie puede pensar que conoce a todos los artistas de su país, aun los críticos de arte cuyo oficio es apreciar las obras de quienes las producen.

Al menos, en el caso nuestro, no lo pretendemos, siempre sentimos una disposición por descubrir a nuevos talentos, y mucho más cuando ese talento significa un valor a tomar en cuenta en el arte dominicano.

Esta grata sorpresa acaba de suceder con la pintura de Pedro José Gris y las decenas de cuadros que actualmente expone en los espacios mayores de la Galería Nacional de Bellas Artes.

Pedro José Gris es una personalidad renombrada en los círculos literarios, y le consideran como un poeta importante y exigente consigo mismo. Cuenta con muchos admiradores y compañeros, profesionales de las letras, que comentan sus versos y hoy –volveremos a abordar ese punto– sus pinturas, con igual entusiasmo.

Un hecho muy notable consiste en que, cual una “poesía visual”, cinco escritores han convertido la vertiente pictórica de su amigo en una fuente de inspiración, y dos pintores también se expresaron.

A la par con esa muestra individual de particular envergadura, Pedro José Gris –de temperamento abierto y simpático– ha puesto a circular un muy impresionante libro de ensayos sobre su pintura que siete intelectuales nuestros analizan o siluetan hermosamente, otra correspondencia entre las formas y las palabras. Un hecho a apoyar y subrayar para quienes creen que los hombres y las mujeres del arte deben ejercer su sensibilidad y ampliar sus intereses, no solamente a la imagen en dos o tres dimensiones, sino al libro y la escena en sus diferentes expresiones.

“Gris, ventana de placer”, título del volumen y de la exposición, demuestra que valores de nuestro panorama cultural –dos maestros de la plástica y cinco de la escritura– comparten esa afición plural. ¡Ojalá los estudiantes, a veces renuentes ante la oferta creadora pluridisciplinaria y aun con la frecuentación de exposiciones, les tomen como ejemplos!

La exposición. Las pinturas de Pedro José Gris se despliegan en el Salón de la Cúpula y tres salas aledañas, con una museografía muy simple, destinada al realce de las obras: es una gran exposición, en cantidad y en calidad.

Tenemos por delante a un pintor, exclusivamente, aunque no sabemos si mañana, entusiasmado también, va a agregar a esta categoría la instalación o el video –ahora ajeno y limitado a una presentación documental sobre él–. Lo que nos permite abrir esta perspectiva, ¡es que el artistarecurre a la llamada “pintura ampliada”, con collages repintados, materiales insólitos para el color e igualmente herramientas inusuales, aunque también maneja el acrílico y el pincel! Es parte de su mundo discrecional, emanando de él, con ilimitadas posibilidades expresivas, mucho más allá de una técnica tradicional, y se concilia con un proceso emocional, apasionado, lírico, sin las trabas de una academia –su aprendizaje fue informal–, dominada o descartada.

Afirmamos que su lenguaje –nos permitimos hablar de “lenguaje” cuando se trata de un pintor poeta–, flexible, vibrante, convulsivo a menudo, se abre a múltiples lecturas. Se suceden paisajes en movimiento, remodulados, reformulados, que prescinden de un orden y una estructura preestablecidos: el artista parece estar a la escucha de la naturaleza y sus gritos, que él explora en una campiña inorgánica, unas aguas tormentosas o una topografía apenas urbana.

Al mismo tiempo, esas energías cromáticas, que distribuyen la sombra y la luz, lucen imágenes del sueño, vibrantes de los ritmos y las rimas del pigmento…

Ahora bien, dentro de su autonomía, Pedro José Gris controla las libertades que se toma y los accidentes de la materia, prácticamente se sumerge en la tela, adscrito voluntariamente o no al principio de “necesidad interior” de Kandinsky. El resultado de esa implicación –casi corporal– culmina en exuberancia más que en perfeccionismo, en expresión más que en descripción, a pesar de que sentimos su paisajismo tropical, a veces salpicado de trazos y de bohíos… para que no nos extraviemos. Luego, esta inmensa arquitectura del desorden o de un nuevo orden, espontáneamente “pollockiana”, construye varios niveles temáticos, tan sicológicos como ecológicos y sociales, aunque tampoco sea una obra que imite o represente.

Una segunda visión. La exposición tiene dos partes, muy definidas por la museografía, los paisajes, a menudo fascinantes, y las verdaderas “Ventanas de placer” –aunque sea el título general–. Esta locución, en nuestra opinión, evoca al otro Pedro José Gris, el que aborda el juego carnal de la forma, en sus visiones y delirios, en torno al rostro y más… al cuerpo femenino. Se multiplica entonces una segunda visión, erótica y sexual, onírica y obsesiva, ya que repite una ampulosa criatura yacente en su desnudez, priorizando “el origen del mundo”, aunque nunca es exactamente la misma. La realidad y la irrealidad se juntan en una obra tumultuosa, cuya intimidad se nos entrega, vuelta dibujo, pintura, collage. ¡La paleta se apasiona!

En el montaje, esas criaturas han sido colocadas, en espacios “resguardados”, como si fuese un harén o un gineceo.

…No es tan frecuente que artistas magistrales escriban, y sobre todo digan, su entusiasmo por pares con menos itinerario. Sin embargo, Antonio Guadalupe y Domingo Liz lo han hecho al respecto de Pedro José Gris. Nos permitimos por una razón obvia, citar el segundo: “Yo me alegro de haber encontrado una pintura de nivel que se mantiene dentro de lo visual y yo digo que él no entra exclusivamente a lo visual, pues tiene una clase que quisieran otros pintores que sí se dedican permanentemente a lo visual.”

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