Verlo era emocionante. Su forma de tirar, de ponchar, de ganar… nos hizo vibrar durante muchos años. Junto a él, desde el montículo, la dominicanidad se crecía cuando nos regalaba una nueva alegría. Pocos como él, como Pedro Martínez, le han dado tanta felicidad y orgullo a República Dominicana y a los dominicanos.

Por eso el martes pasado hubo tantas lágrimas y risas. ¡Nadie permaneció indiferente ante la noticia de que es el segundo dominicano que ingresa al Salón de la Fama! ¡En ese momento todos fuimos Pedro (y lo seguimos siendo)!

Hoy, aún con la euforia en sus buenas, queremos felicitar de todo corazón a alguien que ha sabido ser un gran ejemplo para los niños dominicanos porque, más allá del deporte y de sus impresionantes números, Pedro ha resaltado por haber mantenido una conducta intachable en momentos en los que los esteroides conquistaban a tantos peloteros.

Siempre íntegro, Pedro ha demostrado todo lo que se puede lograr por el buen camino. Y es que, siendo miembro de una familia muy humilde, él conoció de cerca lo que es la pobreza, el sacrificio, el trabajo y, sobre todo, la persistencia.

Es por ello que Pedro Martínez representa un símbolo de lo mejor de la República Dominicana. Pero también, como él mismo lo dijo a través de Twitter, es una esperanza, ya que nos recuerda que aquí hay gente buena y que todavía tenemos motivos para celebrar.

A través de su carrera Pedro nos dio muchas lecciones de optimismo y grandeza. Cayó y se levantó como nadie. Por ello, también tenemos que darle las gracias. Su vida es una inspiración.