Pedro Mir
La voz que siempre mantuvo la esperanza

Pedro Mir <BR>La voz que siempre mantuvo la esperanza

En el incesante fluir sin desvíos del compromiso social, las aguas del río de su vida permanecieron límpidas. No se contaminaron como las del Higüamo de sus años infantiles, perdieron caudales en la poesía al decirle adiós y sumergirse en las profundidades de la investigación, innovando la forma de contar la historia, poetizándola.

Hurgando en  los orígenes, se desplazaba del pasado al presente para descifrar el futuro, ante el que Pedro Mir, el Poeta Nacional, nunca perdió la esperanza.

No la perdió, ni siquiera en tiempos en que “nada permanecía en pie”. “Ni en piedra”. Llevándole a decir que

hasta las mismas lágrimas vertidas recobran su estructura polvorienta.

Aún así, no perdía la esperanza. La esperanza de que un día luminoso si alguien quería saber  cuál es su patria, sin vacilación su propio canto pudiera contestarle que es aquella donde “gozamos del pan y de la espiga”,  en la que “cada hombre  tiene dignidad y cada mujer sonrisa”.

  En su dilatado y fecundo transitar por más de ocho décadas del siglo XX, su humanidad creció. Alcanzó los relieves cimeros de su poesía, la que no es solo reflejo de su país, también de él, del ser íntegro que fue, conformado en la forja de renuncias, de abnegación y entrega sin mesura.

“Lo sacrifiqué todo: mi familia, mi profesión, mi país, mis amigos. La vida me impuso unas normas muy severas… Lo único que hay en mi poesía es la autenticidad con que viví, de los sueños que tuve, de los dolores, de las frustraciones, de la nostalgia inmensa, de las aspiraciones insatisfechas. Me agarré de mi poesía y con ella sufrí».

El regreso.  El río de su vida descontinuó su curso turbulento, los años de dictadura y duro exilio.

Convertido en el poeta social más aclamado de la lírica dominicana contemporánea, en 1963  Mir volvió a su tierra. Vino a unirse a los cantos de libertad cuando el país coreaba sus versos de brillantes metáforas,  prendidos en el corazón y en los labios de hombres y mujeres de varias generaciones. Vio multitudes hechizadas con su canto, a la juventud que enarbolaba “Hay un país en el mundo” como arma de combate contra la opresión y la injusticia. Como “arma de futuro”.  

Venía anhelante, esperanzado en un porvenir promisorio.

Los grillos construyeron la noche con su canto,

¡Ah,  si me fuese posible construir la aurora con los míos.

Llegaba jubiloso al encuentro de una nación distinta, decidido a la forja de un país donde duerma “un bosque en cada flor y en cada flor la vida”, donde cada colina parezca un corazón y

en cada campesino irán las primaveras/ cantando/ entre los surcos/ su propiedad.

Vino confiado en ver un  país labrado por hombres

que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre después de unas canciones.

 Madre de la hortaliza.

Madre del pan. Madre del lienzo y del techo.

El poeta social dominicano clamó por un cambio profundo, una liberación definitiva que instaurara un orden nuevo, justo y humano. Pero para conseguirlo faltan hombres que

se acuesten con la arcilla y la dejen parida de paredes. 

 Quería un país donde el día tiene su triunfo verdadero, donde se de el milagro de la vida y la  vida no fuera un milagro. Después, no quería más que paz.

Un nido/ de constructiva paz en cada palma./

Y quizás a propósito del alma/  el enjambre de besos / y el olvido.

Paz no encontró. Derrocado el gobierno de Juan Bosch, tronchada la democracia como la concebía, como no ha vuelto a instaurarse, volvió a marcharse a raíz de la Guerra de Abril, quebrantado su cuerpo, acongojado su espíritu.

Otras dimensiones.  Tras viajar por países latinoamericanos y europeos, Mir regresó en 1968. Se estableció  definitivamente en Santo Domingo, agregando al legado poético su valiosa labor como ensayista, historiador y educador. 

  Ingresó a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en 1972, la cátedra de Historia Dominicana y de Estética lo absorbieron por varias décadas junto a la investigación histórica, esforzado en mantener el rigor, la objetividad.

“…En mis años de investigación adquirí el vicio del rigor: debo tener juicios que escapen a mis influencias subjetivas, a mi situación personal, a mis amores, a mis sufrimientos de todo tipo”.

Se inició con el ensayo histórico  “Tres leyendas de colores”, interpretación de las tres primeras revoluciones del Nuevo Mundo. Una joya en el género, en el que destacan El Gran Incendio, Los  balbuceos americanos del capitalismo mundial  y Las raíces dominicanas de la doctrina Monroe.  Incursiona en la novela, “Cuando amaban las tierras comuneras”, el resultado de investigaciones históricas para definir al hombre dominicano.

  “Después que ya daba por terminado mi trabajo poético, los mexicanos otra vez insisten en que yo escriba un poema en ocasión de la muerte Neruda”. Su  extenso poema el “Huracán Neruda” se presentó en el Ateneo Español, de México. “Ese fue ya el adiós a la poesía”.  Años después, vivió la fascinante experiencia de leerlo en el Teatro de Dionisos, al pie la Acrópolis.

Testigo del siglo XX.  El Poeta Nacional  vivió entre dos guerras mundiales, entre las intervenciones de 1916 y 1965, entre la resistencia de los “gavilleros” y de los comandos y guerrillas urbanas,  vio nacer el automóvil y el internet, atestiguó cambios profundos en su país y en el mundo.

 Observó mutaciones sustanciales en la conducta, en  los valores y el estilo de vida, en la identidad dominicana. Atestiguó la degradación del luminoso entorno natural que describió en “Hay un país en el mundo”. Tantos fueron los cambios  que en 1993 se sentía “extraño en este mundo”. En 1994 expresó:

__El mundo está desconcertado, el siglo XX ha caído en la más profunda desgracia, todas sus ideas se agotaron, eso tiene una continuidad de otra naturaleza… Se  desplomó la pintura abstracta, el estructuralismo, la  lingüística. Se han desplomado todas las aspiraciones de la humanidad, todos los credos políticos, todas las organizaciones, las ideas de la Patria, todo esto se ha convertido en un laberinto, en una vorágine que la humanidad no acaba de organizar en su pensamiento, de introducir un orden en ese caos”.

“La vida será otra en el siglo XXI”, predijo el visionario que no perdía la esperanza.  “Ahora es el papel del arte, ahí… tiene que venir la poesía principalmente, y ver eso que viene, y eso lo puede hacer cualquier muchachito venezolano o dominicano, ¿quién?, nadie sabe quienes. Y pueden pasar 30 años desconocido o 50 años desconocido…, y después retrospectivamente decir: mira, ahí está”.

 ¿Surgirá  algún poeta social entre nuestros jóvenes?  No lo sabemos. No lo supo Pedro Mir, se fue antes de que lo presentaran como le ocurrió a él en 1937. Sabía ya que se marchaba, y el 11 de julio de 2000, a los 87 años, se  ausentó para siempre.

Enmudeciste / para adorar tu soledad tranquilo,/ pero a tu oído bajarán las horas,/ a decirse el secreto de los siglos, / pero tu voz la ahuecará el recuerdo / para llorarte en la ilusión de un nido / y el último destello de tus ojos, / saldrá a la tierra floreciendo en lirios.

ZOOM

Pedro Mir

Los jóvenes están comprometidos con el futuro,  el futuro es de ellos.  Ellos deben tener la capacidad de vislum- brar lo que viene… Dicen que la poesía es un mis- terio. No, no, lo que pa- sa es que la poesía solo trabaja con el misterio,  lo que tiene que descu- brir, y creo que ésta es la gran época de los poe- tas, porque tenemos el siglo XXI por delante.

Las Claves

Consagración profunda

Pedro Mir estaba convencido de  que ser poeta exige un trabajo riguroso, una consagración tan profunda que desplaza todas las otras actividades de la vida. Por eso, no era raro que los poetas más eminentes hayan sido hombres desposeídos de la fortuna.

Poeta nacional
Al  proclamarlo Poeta Nacional el Congreso  consideró su conciencia social, la defensa del destino promisorio y libre de la nación, su poesía depurada, exquisita.

Reconocimientos

En el inicio de una cadena de homenajes y reconocimientos, recibió en 1975 el Premio Nacional de Historia, por su obra “Las raíces dominicanas de la doctrina de Monroe”,  y    al año siguiente el Premio Nacional de Poesía por “Huracán Neruda”.  Entre muchos otros galardones, en  1984 el Congreso  lo declaró «Poeta Nacional», y  en 1993 le otorgaron el Premio Nacional de Literatura, patrocinado por  la Fundación Corripio y el Ministerio de Cultura.
 
Su obra, extensamente publicada y  traducida, ha sido objeto de estudio en universidades de diversos países. Parte de su producción poética aparece en las principales antologías literarias dominicanas y de América Latina. “Hay un país en el mundo” se ha presentado en recitales, musicalizaciones, exposiciones pictóricas y   fotográficas, videotapes.

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