Cuando vimos aquellos cofrecitos negros en la entrada del auditorium, nos preguntamos cuáles eran estos “tesoros” … y sí el Museo de Arte Moderno iba a proponer algo muy especial. Era la puesta en circulación de una nueva edición de “Hay un país en el mundo” de Pedro Mir.
Ciertamente un acontecimiento, desde la iniciativa de Verónica Sención hasta un volumen excepcional que encerraba el “himno nacional de la poesía” (Mateo Morrison), ilustrado por Elsa Nuñez, personalidad idónea para semejante hazaña…
El acto se celebró engalanado por presentaciones entusiastas y llegó el momento esperado por un público emocionado. Dentro de cada cofre reposaba un libro: sabíamos que iba a ser una joya en todos sus aspectos: encuadernación, impresión, diseño, material, contenido. Además, pese a su calidad singular, tiene un tamaño manejable.
Es lo que suelen llamar “un beau livre”, un bello libro. La fina hermosura exterior corresponde a un contenido paralelo de elite, para que se hojee, se mire, se lea, se consulte, se disfrute, se conserve…
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Una cumbre en su género
Consideramos ese acontecimiento bibliográfico una realización “de equipo” aunque la palabra evoca más el deporte que la literatura y el arte. El Banco BHD patrocinó la publicación -¡algunos se preguntan qué se haría en cultura sin los bancos!-, y, como responsable principal y “empresaria”, Verónica Sención concibió el proyecto y lo llevó a feliz término.
Verónica ha dedicado su vida, sus fuerzas, su capacidad, su pasión a los asuntos culturales. No haremos una retrospectiva de todo lo que ha emprendido junto a famosos nacionales y extranjeros, pero nos maravilla que haya abarcado desde tertulias y charlas memorables hasta exposiciones, calendarios, catálogos, ediciones y más, siempre con una preocupación educativa y reuniendo talentos. Ahora, se apasiona por la alianza entre literatura y artes visuales, más que alianza, estímulo y vínculo cualitativo a nivel iberoamericano -lo que incluye nuestro país- . En ese aspecto -¡como en otros!- ella no hace concesiones.
Anhelamos que los lectores abunden, porque lo amerita esta edición de “Hay un país en el mundo”, con imágenes, precisamente concebidas y ejecutadas para esta magnífica (re)impresión. Pero, además, el contenido reúne análisis y comentarios de críticos dominicanos, una presentación biográfica extensa de Pedro Mir y de Elsa Núñez, el texto del incomparable poema en caligrafía inglesa, y evidentemente los tan expresivos como refinados dibujos de Elsa Núñez, en su reproducción completa y también en exquisitos fragmentos.
Después de la ”Salutación” de Steven Puig, presidente del BHD, cinco escogidos profesionales de la escritura, investigación y apreciación de las artes -si integramos la creación literaria y la música aún-, han producido ensayos fecundos acerca de las diferentes facetas del libro, el poema, las ilustraciones y sus respectivos autores….
Son, siguiendo el orden de sus escritos, Marianne de Tolentino, Abil Peralta, Agüero, Amable López Meléndez, Emilia Pereyra, Paula Gómez Jorge. Obviamente, no nos corresponde valorar y resumir cada uno de cinco textos ejemplares. Simplemente, en una visión conjunta, nos parece que cada intelectual se expresa, con su estilo, su concepción de la crítica, sus conocimientos e intereses personales. Hay numerosos puntos comunes, pero la diferencia de enfoques fortalece el placer de leer los elogios, lógicamente soporte de esos juicios, tratándose de Pedro Mir y Elsa Núñez.
Cabe señalar que los doce dibujos de Elsa Núñez estaban expuestos casi en la entrada del auditorio, lo que permitía mirar y admirarlos. Algo esencial por la índole del libro, y una oportunidad de descubrir los originales. ¡La gente estaba encantada!
Pedro Mir y Elsa Núñez
“Hay un país en el mundo”, 75 años después, es tan sublime y emocionante. Pocos países pueden enorgullecerse de una composición poética – alegoría, símbolo, realidad, geográfica y social, hoy como ayer, no solamente de la República Dominicana…
Ahora, los campesinos migran, el ingenio son poderes descomunales, la violencia y la sangre brotan mundialmente… y ciertamente el poeta seguiría añorando la paz, ¿pero creería en su construcción futura? Y hoy, Pedro Mir estaría más desconsolado, ante la progresiva destrucción de la naturaleza.
Han escrito excelentemente, y mucho, acerca de ese poema absoluto y seguirán escribiendo…
Es innegable que Elsa Núñez era quien debía transcribir estos versos trascendentales en obras maestras de la pintura – lo hizo- y del dibujo -como ahora- no solamente por su maestría como artista plástica, sino por su afinidad con la poesía, siendo ella misma poeta, con un esposo igualmente prendado de poesía. Nadie más lo hubiera sentido, pensado, concebido, elaborado igual. Y casi todos los que escribieron… se han referido a las virtudes líricas de Elsa Núñez, a su identificación con la poesía y la música, siendo la poesía esencialmente música.
Que nos permitan citar algunas líneas de nuestro ensayo acerca de las obras de Elsa:
“Son dibujos puros que ilustran el magnífico poema, llevados así a fragmentos que no alteran la continuidad y facilitan temáticamente la metamorfosis en escenarios… de lectura paralela. Cabe pues un comentario valioso para el conjunto de las imágenes.
Prácticamente, todos los dibujos de Elsa son lineales, dictados por el dinamismo y la seguridad de su mano. La fragmentación del poema conlleva doce ilustraciones, recorridas por líneas finas que se sobreponen, se aprietan o se dispersan… y las mismas brotan, dialogan, bifurcan, serpentean, circunvalan los espacios.
Las formas resultantes construyen un paisaje “agreste y despoblado”, “cordilleras cardinales”, “una inmensa bahía”, “una loma dormida”, “tropas de cumbres y praderas”, según las evoca Pedro Mir. También erigen el sol tropical como permanente presencia, iluminación a la vez radiante, dramática y plural en sus proporciones. Más que voces, las líneas incontables se convierten en susurros o clamores infinitos, al compás de los versos”.