Pedro Vargas

Pedro Vargas

Papá me mandaba con una antediluviana máquina de escribir donde el profesor Pedro Vargas para su reparación. Muchas veces, el profesor le pedía a papá explicaciones sobre algunas de las claves escritas de la música clásica para su identificación.

Pedro Afortunado Vargas Castro un hombre del renacimiento, con una cultura general que asombraba a sus alumnos, con una curiosidad intelectual que satisfacía con horas de estudio.

Gran maestro, enseñaba que en los estudios y en la investigación no debe haber el mínimo descuido. Recordaba que un verano  llevó un avanzado libro de matemáticas a las altas montañas donde su padre don Yimistín cultivaba café. Tenía resueltos todos los problemas menos uno. Al final del desarrollo del problema, con una pizarra llena de números e intrincadas fórmulas, la confianza multiplicaba de manera mecánica 5 x 4= 25 ¿Cómo podía tener el resultado correcto? Se reía, pero era un gran ejemplo.

Investigador, lector y estudioso infatigable, conocedor de músicos, compositores y música clásica. Estudioso de la astronomía, gran matemático.

Juntaba los estudiantes de ambos sexos del mismo curso y pedía que intercambiaran piropos usando términos y figuras de las matemáticas,  álgebra,  geometría. Una mañana un estudiante le dijo emocionado a la enamorada: nuestras vidas son, como dos líneas paralelas.

Otro día preguntaba  ¿estudiaron todos? ¿Se saben la clase?

El coro gritaba: sí. La respuesta era un modo de ocultar el no haber estudiado y de disfrutar de alguna de sus genialidades, hasta el día que preguntó la clase a uno de los alumnos y no había estudiado.

Bien, ¿de qué quieren que les hable? Continuaba.

Queríamos que hablara de materias que no eran las que impartía brillantemente en la secundaria de Barahona.

Le pedíamos temas de historia, física, astronomía, música, viajes de aventuras.

De cualquier tema hablaba con propiedad,  lenguaje sencillo, palabras que nunca olvidamos sus buenos alumnos.

La gran enseñanza fue su propia vida, su conducta, su comportamiento familiar como esposo, padre, amigo, familiar, maestro, su bondad de corazón, siempre tener una sonrisa para todos, su solidaridad. El profesor Pedro Vargas era una estrella de maestro y de hombre.

Cada vez que tuve obligaciones docentes, en tan distintos campos como la música, política,  karate, periodismo, intenté ser tan buen maestro como Pedro Vargas, o como papá, capaz de contestar con propiedad la mayor parte de inquietudes de los alumnos. La última vez que estuve en Barahona fui a verlo, a decirle cuánto lo quería. De papá y él aprendí que estudiar es aprovechar el tiempo, trabajar, aplicar lo aprendido, respetar, ganar el respeto de los demás, que no hay límite de edad para empezar cuando el propósito es aprender.

Para despedir a mi  maestro Pedro Vargas cito los versos de Gastón Fernando Deligne ante la muerte de su hermano Rafael:

“Ya has cavado hondo surco

Ve a dormir, labrador”.

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