Pelando la cebolla

Pelando la cebolla

HAMLET HERMANN
En el autobiográfico libro “Pelando la Cebolla”, Günter Grass dice: “La cebolla tiene muchas pieles. Existe en plural. Apenas pelada, las pieles se renuevan. Cortándola, hace saltar las lágrimas. Sólo al pelarla dice la verdad.” Es magnífica la obra de Grass porque narra su complicada vida como si estuviera retirando capa tras capa de la piel de una cebolla. En la política sucede lo mismo: basada en la mentira, mientras más profundizamos en ella, más nos hace llorar.

En eso de las mentiras tiene mucho que ver quién las dice y qué lugar ocupa dentro de la sociedad en que vive. Por ejemplo, el pelotero dominicano Miguel Tejada podría ser sentenciado a cinco años de prisión por, supuestamente, mentirle a un tribunal federal en relación con el uso de esteroides mientras jugaba en las ligas mayores de Estados Unidos. Esa es una capa nunca comprobada de la cebolla del popular cibaeño. El ensañamiento contra el negro latino Miguel Tejada es evidente en esta época en que los jerarcas del béisbol estadounidense quieren evadir castigo por su negligencia a actuar ante las trampas de las estrellas de liga grande.

Sin embargo, al presidente de ese país, George W. Bush, nadie le ha llamado la atención por haber montado una guerra cruel y sanguinaria en base a una sarta de mentiras evidenciadas por documentos del propio gobierno estadounidense. Si empezamos a levantar las capas mentirosas de la cebolla de W. Bush podríamos llegar hasta el final y nunca encontrar un poquito de verdad. Sin embargo, explotando el patrioterismo de las estadounidenses, el más grande mentiroso de la historia no encuentra quien lo lleve a juicio por el daño producido a la economía y a la estabilidad de Estados Unidos. ¿Cuál ha provocado más daños a esa nación? ¿Tejada con declaraciones no comprobadas o Bush con un interminable mar de sangre y de corrupción a su alrededor? No hay duda, mientras más alto se está en la escala del poder político de una nación, mayor es la impunidad para mentir y engañar a la ciudadanía.

Luego de haber leído esta obra de Grass, pienso en la campaña electoral que desarrollan los partidos políticos dominicanos. Todos están desesperados. Ninguno se siente seguro ganador a pesar de los discursos optimistas. Y eso los lleva a utilizar la mentira como su gran armamento. Quizás el único que tienen para agredir al contrario. Las capas de su cebolla mentirosa parecen reproducirse sin que uno u otro de los que se disputan el favor electoral se atreva a presentar documentos o someter a la justicia a quienes acusan. Y esa actitud pone a pensar en que las mentiras de campaña electoral que se lanzan unos y otros se suceden como la piel de la cebolla. Una capa esconde a la siguiente, al igual que la mentira más reciente oculta la que viene atrás provocando que se olvide en corto plazo. Si ponemos atención a los insultos que se lanzan podremos ver que estamos frente a cebollas blancas, rojas y moradas, tal como aparecen en los anaqueles del supermercado.

En nuestro país, la mentira ha llegado a ser no ya una categoría moral, sino un pilar del Estado. Sólo hay que ver lo que dicen los del Partido Revolucionario Dominicano sobre la más grande desgracia que le ha tocado vivir a este país: el gobierno encabezado por Hipólito Mejía.

Los de la caricatura del Partido Reformista mienten como si el despotismo de “los doce años de Balaguer” no hubiera existido y los 300 millonarios en dólares fueran tema de un cuento de hadas.

Y si hablamos de pelar las capas de las cebollas de la mentira en los alrededores del gobierno actual, tendríamos que admitir que mientras más alto se está en la escala del gobierno mejor se imita a Bush.

Los políticos dominicanos han desarrollado un método para burlar el detector de mentiras. Se llama impunidad absoluta. Como atenuante tienen sus magníficos aparatos de propaganda: que no son otra cosa que la mentira organizada y sistematizada para el enriquecimiento de un grupito que cree que las capas de la cebolla nunca van a ser peladas.

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