Pelebalaguerismo

Pelebalaguerismo

ROSARIO ESPINAL
La prensa reportó recientemente que el presidente Leonel Fernández declaró que ha gobernado como Balaguer y por eso los balagueristas votarán por él. Entonces, se me ocurre preguntar: ¿Cómo cuál Balaguer? ¿El trujillista? ¿El de la banda colorá de los 12 años? ¿El de repartos de funditas para entretener a los pobres?

El de la página en blanco que auspició con burla la impunidad? ¿El que popularizó el grado a grado en su magno programa de construcción? ¿El que elevó a política oficial del Estado el clientelismo? ¿El que justificó la corrupción como mal de muchos? ¿El que subordinó el poder legislativo y judicial? ¿El que se reeligió siempre que pudo y como pudo?

¿El que mantuvo en constante austeridad salarial a los trabajadores públicos y privados? ¿El que ofreció amplias facilidades a los empresarios para que acumularan fortuna? ¿El que enriqueció una casta militar?

¡Oh, no! El presidente Fernández se refirió al Balaguer de la estabilidad monetaria y el crecimiento económico, al que fomentó la inversión extranjera, y al que impulsó las grandes obras de infraestructura.

Pero parece que el presidente Fernández también olvidó el Balaguer de los 10 años. El que con sus políticas incoherentes descarriló la economía a fines de los ochenta, enfrentó varias huelgas nacionales, mantuvo el país casi apagado, y finalmente, abatido, firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en 1991 para poder seguir gobernando ¿O es que también olvidó al Balaguer del fraude electoral de 1990 contra Bosch y en 1994 contra Peña Gómez?

¿De cuál Balaguer habló el Presidente? ¿A cuál se parece? Y a propósito, ¿a cuál Balaguer declaró el congreso de mayoría perredeísta «padre de la democracia» en el 2003?

El mito de Balaguer como buen estadista genera ahora lucha entre los candidatos. Por eso Amable Aristy rápidamente descalifica: «Aunque cambie la yipeta por un Lincoln y camine en el Mirador con saco y sombrero, Leonel jamás será como Balaguer».

Pelean por los votos balagueristas, como también lo hará una vez entre en campaña Eduardo Estrella.

El pastel a distribuir entre los tres candidatos es un cuarto de luna: el 25% que votó por el anciano caudillo en el 2000. Fueron los más leales, los que aún a la esquina de la muerte le apoyaron.

Pero hay más. En sus mejores tiempos de pos 1978, Balaguer captó alrededor del 40% de los votos, que representa el gran espectro del electorado conservador dominicano.

Desde el 2004, esos votantes han emigrado fundamentalmente al PLD, ante la imposibilidad del Partido Reformista de articular un liderazgo nuevo, cautivante y eficaz que mantuviera en alto voltaje político esa organización, y sirviera, además, para aglutinar el segmento conservador del electorado.

Hábilmente, los dirigentes reformistas que perdieron la nominación en el 2004, y luego en el 2006, se refugiaron en el peledeísmo, y los peledeístas, para asegurar mayor apoyo electoral en ambas elecciones, le abrieron el Estado.  El pacto de 1996 servía de precedente histórico.

Pero la alianza con facciones balagueristas y otras organizaciones de derecha ha acelerado el desplome del proyecto reformador original del PLD.

Por su parte, los principales operadores políticos de la derecha histórica dominicana han mantenido su poder intacto, ahora bajo el paraguas de Leonel Fernández.

Así se ha conformado el «pelebalaguerismo», no sólo como alianza electoral, sino también como estrategia de Estado.

Esto aniquiló la posibilidad de que República Dominicana diera un salto democrático en el umbral del siglo 21, bajo el mandato del último partido importante del sistema en llegar al gobierno.

Dispuestos a conquistar el poder en 1996, y a mantenerlo después de 2004, el PLD sustituyó la utopía política boschista de liberación, por el pragmatismo balaguerista conservador que dominó la política dominicana en las últimas cuatro décadas del siglo 20.

El mito de Balaguer como buen estadista persiste por la incapacidad de los opositores históricos del balaguerismo -el PRD y el PLD- de impulsar un proceso de cambio profundo para construir una sociedad más justa y democrática.

Las fuerzas conservadoras, aunque perdieron a su líder Balaguer, siguen de regocijo por el control que mantienen del Estado, y por la forma servil en que las antiguas fuerzas opositoras a Balaguer se arrodillan y claudican ante su legado.

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