Peligro, Will Robinson, peligro

Peligro, Will Robinson, peligro

Por Miguel D. MENA
El intelectual ancilar Miguel D. Mena está dispuesto a despedirse de la opinión pública si Mateo le demuestra que hubo reunión en el Palacio y que cobra actualmente un cheque en Palacio por sus análisis sociológicos.

Hay esquemas de comportamientos que se repiten y uno se pregunta si no será que hay una especie de molde donde determinadas situaciones ya están como pautadas en su desenlace.

En junio de 1997 publiqué un artículo sobre Marino Vinicio Castillo (Vincho), donde me (le) preguntaba sobre la manera en que sus disquisiciones morales no llevaban aparejadas propuestas sobre la democracia. La reacción del Dr. Castillo fue muy simple: me dedicó dos emisiones de su programa de televisión. En la primera decía que yo no existía, que era un seudónimo. En la segunda al parecer yo sí existía, pero escribía por orden de alguna oficina de abogados. Ni uno ni lo otro era cierto.

En noviembre de 2007, diez años después, escribo en el suplemento Areíto un artículo sobre Andrés L. Mateo. Vuelvo a la vieja pregunta: ¿Cómo es que de repente surge un moralista? ¿Qué vínculo se produce entre sus críticas y su trayectoria intelectual? La respuesta de Mateo es parecida a la de Castillo: habla de una reunión de altos funcionarios en el Palacio Nacional donde se me encarga la tarea de silenciarlo. Si esta reunión se celebró, aseguro que la misma sólo tuvo lugar en el cerebro de Mateo. ¿Silenciarlo yo? ¿Silenciar qué? La trama de Mateo se asemeja más a una quinta parte de «El Padrino» que a la realidad criolla. ¿Cómo es posible que un alto funcionario decida eliminarlo y que otro alto funcionario le pase «la minuta» de la reunión? Mi estimado Mateo, revisa la trama, porque algo falla en la lógica de tu novelón. Al principio cogíamos a chiste tu mitomanía, pero ahora estás exagerando. 

El corolario de la historia inventada por Mateo no se detiene: más adelante afirma que yo recibo un sueldo extra a mis funciones de consejero en la Embajada dominicana en Alemania –no primer secretario, como Mateo afirma-. Si Mateo publica la supuesta minuta o alguien presenta un cheque que la Presidencia de la República me haya emitido por «análisis sociológicos» durante esta gestión, prometo liar mis bártulos y retirarme de la opinión pública. Pienso que Mateo ha tropezado con los dedos, no de Dios, sino de la realidad.

 «Peligro, Will Robinson», puede ser el grito de alarma con que el robot de «Perdidos en el espacio» advertía que algo andaba mal.

El  argumento de mi artículo sobre este nuevo moralista podría resumirse así: hay que leer con atención lo que escribe Mateo sobre la cultura de la corrupción gubernamental dominicana. Hay que valorarlo en lo que dice de verdad. Al mismo tiempo, hay que preguntarse por su instrumentalización política.

Mis argumentos no son nuevos. El 7 de mayo de 2002, escribí en El Caribe  «Carta a Andrés L. Mateo», que Odalís Pérez reprodujo en «La ideología rota. El derrumbe del pensamiento pseudonacionalista dominicano» Le llamaba la atención sobre ese viraje de 180 grados que dio al renunciar de su puesto de Director de la Biblioteca Nacional, para poco después ser premiado con el puesto de Sub-Secretario de Cultura. Además, le pedía fijar su posición como intelectual ante  «El ocaso de la nación dominicana», la obra de su nuevo hijo Manuel Núñez, cuando en verdad, al parecer no había coincidencia entre los planteamientos de ésta con su propio análisis de la cultura trujillista. ¿Cómo es posible abdicar del texto que le sirvió de tesis de doctorado en Cuba y no expresar idea alguna sobre un libro lleno de falsedades? ¿Es eso responsabilidad? Andrés Mateo no me dio entonces ninguna respuesta. Ahora tampoco.

Tampoco respondió a Ubaldo Guzmán Molina, cuando éste le requirió su posición en torno a la renuncia del puesto mencionado. En un reportaje de este periodista  del periódico Hoy, del miércoles 4 de abril de 2001, leemos:

«En una carta, fechada el pasado lunes, dirigida al secretario de Cultura, Tony Raful, el novelista sostiene que las instituciones culturales han dejado de existir y en su lugar se les ha sobrepuesto un «aparato innominado cuya burocracia maneja con discursos la realidad deprimente».

«Explicó que a la Biblioteca Nacional se le quitó el presupuesto de que disponía, como a las otras instituciones del sector. Criticó la imposición y el verticalismo. Cree que la práctica administrativa que ha adoptado la cartera de Cultura no requiere de un director. «¿Para qué tener directores si a las instituciones se les ha despojado de sus presupuestos, se les nombra el personal a control remoto, y se les destituyen en masa sin que los «directores» puedan opinar al respecto?», dice la carta de Mateo. «En ese esquema, los «directores» sólo estamos ahí para velar el cadáver.»

«En cuanto a su comunicación de renuncia, Andrés L. Mateo, entrevistado por la vía telefónica, dijo ayer: «Yo no puedo decir ni sí ni no. Yo no sé nada».

Dos días después, el mismo periodista publica un artículo titulado «Andrés L. Mateo se reintegra a sus labores», donde leemos esta perla:

«Tanto Raful como Mateo aseguraron que se mantienen las relaciones armoniosas entre ambos, pues son amigos desde hace más de 20 años, y garantizaron que el error de carácter administrativo que provocó el impasse se solucionará en las próximas horas»

«Raful sostuvo que las relaciones armoniosas entre el secretario de Cultura y los funcionarios de ese organismo contribuirán al fortalecimiento cultural del país». (Sic)  Tan armoniosas fueron estas relaciones que el Secretario de Estado Raful fue el propulsor del Premio Nacional de Literatura para el Sub-Secretario en el último año de su gestión (2004).  No, no, eso no es amiguismo, por favor.

Sinteticemos la corta historia: Mateo renuncia porque le han cancelado 22 empleados y de paso cuestiona todo el sistema burocrático de Cultura. Es curioso que dos días después ya no haya limitaciones ni ahogos ni destrucciones ni un aparato innominado cuya burocracia maneja con discursos la realidad deprimente, como escribe Mateo en  carta cuya efectividad duró menos de dos días. Es increíble cómo el secretario de Cultura de entonces, Tony Raful, resolviera en apenas dos salidas de sol lo que se consideró «la primera crisis que se produce en la naciente secretaría de Cultura, cuyo desempeño ha sido elogiado por el presidente Hipólito Mejía».

Pero se entiende, como lo dijo el mismo Raful: es que después de 20 años de amistad entre ministro y director, ya en el país de las maravillas se puede prescindir de Alicia.

Lo que pasó después del 2001 con Cultura y con el país es cosa sabida. El hipolitismo barrió con los límites del respeto, hundiendo la República en su mayor crisis económica desde hacía 100 años. Cultura legitimó acciones tan bárbaras como la desaparición del espacio cultural de la Casa de Bastidas, los árboles centenarios de su patio, y la Biblioteca Piloto Infantil. ¿Dónde estaba el subsecretario de Cultura Andrés Mateo?  ¿Dónde estaban sus versos de «Este barrio no tiene nada de hermoso» ante los desmanes del jorgeblanquismo, por ejemplo, en aquella matanza de abril de 1984?

Desde marzo del 2002 tengo colgado en el espacio web de cielonaranja un artículo donde le cuestiono su visión de la ciudad, titulado «¿La ciudad hostil?» (http://www.cielonaranja.com/hostil_mena.htm).  Le recuerdo que la ciudad no se hace y se deshace sola, que es un hecho social y responsabilidad de todos. Pienso que él, como sub-Secretario de Estado, podría decir algo ante los desmanes mencionados, pero no.

Mateo administra los silencios mejor que un monje tibetano. Ese es su derecho. Es también su estrategia. Uno responde cuando quiere y puede. Tal vez ni ha visto esos textos, aunque hayan sido reproducidos en periódicos, internet y hasta en un libro que sospecho él, como buen centurión de su propia obra, tendrá en su biblioteca. Es decir, mi artículo del pasado 24 de noviembre de este año no hace más que sintetizar las inquietudes de dos textos publicados en marzo del 2001 y en mayo del 2002, respectivamente. ¡Desde hace seis años Mateo tiene la posibilidad de responder y no lo hace!

Ahora Mateo responde. O al menos eso cree él, porque en verdad, en su artículo titulado «Miguel D. Mena, intelectual ancilar», no hay respuesta a mis preguntas, sino elucubraciones y falsedades.

Dice que soy un alto funcionario, que yo recibo «salario en Palacio por labores de «análisis» sociológico». Mateo confunde mis labores como sociólogo en la DIAPE durante el 2004 con mi puesto actual en Alemania. Como corolario determina que yo soy parte de la corrupción por cobrar dos cheques.

Sobre mi puesto en la Embajada Dominicana, ¿qué decir? Resido en Berlín desde 1990. Aquí he concluido con honores estudios de Doctorado en la Universidad Libre de Berlín. Mi tesis acaba de ser publicada por el Archivo General de la Nación: «Iglesia, espacio y poder. Santo Domingo, experiencia fundacional del Nuevo Mundo (1498-1521)». Hablo alemán e inglés. ¿Es un puesto en la diplomacia un acto de corrupción o de favor político? ¿Han sido corruptos los diplomáticos Fabio Fiallo, Tulio M. Cestero, Osvaldo Bazil, Max Henríquez Ureña, Tomás Hernández Franco, Manuel del Cabral, Héctor Incháustegui Cabral, J. M. Sanz Lajara? ¿Somos corruptos Diógenes Valdez, Héctor Amarante y quien suscribe? ¡Por la Virgen, Andrés!

En  estos 18 años  no he dejado de ir al país. Soy ante todo un estudioso de la ciudad y luego de la literatura. He tratado de ser honesto conmigo mismo, con mis ideas, planteándome siempre un principio de bondad. No critico para demoler dignidades, sino para ejercer mi derecho a la palabra. En mi penúltima visita a Santo Domingo, enero de 2007, me topé  con Tony Raful y le dije: te aprecio como persona, pero no podía hacerme el gallo loco cuando eras Secretario de Cultura.

Lo que lamento de todo esto es el cuadro casi clínico que se me presenta de Andrés  Mateo. Parece ser que de sus textos de 500 palabras depende el futuro político del cosmos. Es ridículo, por  demás, la manera que se pone en la estela de Orlando Martínez y de Narciso González, como si él fuese una especie de proto-mártir de la libertad. Sus fabulaciones no son más que la frazada  con la que quiere ocultar sus años de apañamiento de una Cultura de las Devastaciones como la desarrollada por Hipólito Mejía.

¿Alguien quiere silenciar a Mateo? Como diría el filósofo mexicano José José: Lo dudo.

 Es saludable que él escriba. Lo penoso es su amnesia circunstancial.

http://www.cielonaranja.com

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