Caminar por muchos lugares de Santo Domingo o recorrer la ciudad en automóvil puede resultar una aventura peligrosa, particularmente en horas de la noche. Pero no solo porque los delincuentes cuya incidencia las autoridades se empeñan siempre en minimizar- están activos las 24 horas del día.
Además está ocurriendo una impresionante omisión que llena de riesgos las aceras, para los peatones, y las calles y avenidas para el rodamiento de los vehículos.
La cometen la generalidad de los ayuntamientos, contratistas de Obras Públicas y entidades descentralizadas como la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) y de la OPRET.
Los cabildos se ocupan muy poco de inspeccionar y aplicar los correctivos de lugar, sobre los espacios por los que deben movilizarse los transeúntes, todos expuestos por doquier a caer en agujeros causados a veces por las autoridades mismas o por particulares que sin autorización causan destrucciones en las vías de tránsito, no aplican alguna reparación y no colocan ningún cartel o señal que advierta a los ciudadanos que, a pie o en auto, ejercen el derecho de transitar.
Los ayuntamientos en particular, y de manera especial el del Distrito Nacional, hacen lo incorrecto hasta cuando realizan obras de mejoramiento urbano.
El extendido programa de sustitución de aceras y contenes se produce, indefectiblemente, con abundancia de escombros que permanecen semanas y semanas constituidos en obstáculos peligrosos y no señalizados en bordes de calles y avenidas.
Hormigón destrozado, rocas y tierra que provocan accidentes que podrían tener altos costos materiales y humanos.
II
Con igual desprecio a las normas de seguridad proceden contratistas de las obras del Metro. En el momento menos esperado, como ha ocurrido con frecuencia en la avenida Máximo Gómez, el conductor se tropieza con un despliegue de pesados muros movibles que los constructores colocan sin tomar en cuenta que la oscuridad existe, y que estructuras sorpresivas como esas deberían estar dotadas de señales lumínicas o reflectoras, si es que existe algún respeto por los bienes y la integridad física de la gente que sale a la calle.
Los vacíos causados por los robos impunes de tapas del alcantarillado son cosa aparte.
Las autoridades no han tenido suficiente valor ni responsabilidad para yugular el tráfico y exportación de metales sustraídos por un pillaje incontenible. Lo único que han hecho es buscar excusas para que ese infame negocio, que causa cuantiosos daños a empresas respetuosas de la ley, siga adelante y a Dios que reparta suerte.
Como si los intereses de un limitado y secundario sector de la exportación y los de los grupos que saquean por doquier fueran más importantes que el interés general de la República.
Se habla de convertir a Santo Domingo en un verdadero polo turístico, acogedor, limpio y transitable.
Pero a simple vista, con sus ostensibles peligros para viandantes y la falta de alumbrados, lo único que tenemos seguro por ahora en esta ciudad es que los visitantes extranjeros regresen a sus lugares de origen con una pésima impresión.