Peloteros, medicamentos
e inundaciones

Peloteros, medicamentos<BR>e inundaciones

El pecho del dominicano se llena de orgullo cada vez que saca a relucir su nacionalidad ante la presencia de un ciudadano norteamericano y éste le menciona los nombres de famosas figuras del béisbol. Abundan las anécdotas en donde niños estadounidenses nos ponen al día acerca de las puntuaciones de bateadores y lanzadores criollos.

Sin embargo, ese orgullo poco a poco se ha ido transformando en motivo de bochorno y vergüenza a partir del ingrato episodio en el que se denunció el uso de un bate relleno por uno de nuestros mejores jonroneros. Luego viene el tema de los esteroides para aumentar la masa muscular por parte de jóvenes deportistas que habían venido poniendo bien en alto la enseña tricolor quisqueyana.

La radio, televisión, periódicos y el internet nos despiertan de repente de un profundo letargo en el que hemos estado sumidos por decenas de años. Descubrimos la panacea de muchos productos farmacéuticos que se nos venden bajo el engaño de una envoltura divorciada del contenido real y con una falsa concentración del ingrediente activo. Muy pronto el escándalo y la indignación habrán hecho su clímax para que luego las aguas vuelvan a su nivel.

Parece haber un paralelismo con cierto fenómeno de la naturaleza. Ha llovido tanto que el alto nivel de agua acumulado en la presa amenaza con provocar un desbordamiento descontrolado. Para ella nada mejor que abrir la compuerta a fin de que fluya una buena cantidad del líquido atmosférico y luego de esa manera retorne la calma. Las intensas lluvias caídas a comienzo de febrero de 2009 han causado grandes pérdidas en las zonas agrícolas y daños a las viviendas, haciendo obligatorio el desalojo de miles de familias con las sabidas consecuencias epidemiológicas y sociales que tal medida implica.

No hay que ser adivino para uno darse cuenta del empobrecimiento mayor de la población campesina a experimentarse en los meses venideros. Todo esto viene a sumarse negativamente a la vorágine de desempleo y limitaciones financieras por la que pasan los compatriotas que viven en los Estados Unidos y en Europa. Todavía son muchos los dominicanos que creen en la suerte y aún mayor lo es el número de personas que están acostumbradas a pasar trabajo como dice el pueblo. Hay todo un ayer que nos sirve de consuelo, y un horizonte que nos recuerda que a la noche le sigue el día, y que después de la tempestad siempre viene la calma.

También es verdad que no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. La historia nos enseña que las grandes crisis son el presagio de los grandes cambios. Debemos estar armados con la fe, el espíritu solidario y la buena voluntad, a fin de conducir por buen camino el proceso de transformaciones que se avizora. Vendrán tiempos mejores, de eso no debe caberle la menor a nadie, ni siquiera a los incrédulos. Nos sobrepondremos a los costosos errores humanos, las debilidades sociales y las inclemencias naturales. Juntos salvaremos la humanidad dejando a nuestros hijos un mundo más digno de vivir.

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