Pena de nulidad

Pena de nulidad

Varios amigos me han pedido escribir sobre la designación de una calle de Villa Altagracia con el nombre del cantante popular Sergio Vargas.

Seguidores de las columnas de este diario leyeron los comentarios que vienen haciéndose sobre el particular. Y no salen del asombro, al advertir la ligereza con que se sustituye el nombre del maestro y escritor Emilio Prud`Homme por el del merenguero.

A cuantos me han cuestionado, les he dicho que no hay razones para inquietarse. Esa resolución del Ayuntamiento de Villa Altagracia está sujeta a pena de nulidad a menos que se someta a decisión del Congreso Nacional.

Porque existe una ley que data del segundo tercio del decenio de 1960 que sujeta estas nominaciones a la aprobación o rechazo de las Cámaras Legislativas. De manera que tan pronto el Cabildo cumpla con la ley, sin duda se revocará la monstruosa resolución.

Y si por ignorancia tanto del Cabildo como de quienes asesoran a los gobiernos locales no se completa el procedimiento, la resolución adquiere condición de nulidad. En el caso, y por resultar del incumplimiento de disposiciones legislativas y no tanto de su violación o contradicción, la nulidad no está sujeta a su declaración previa. En consecuencia, cualquier autoridad del área puede demandar sin esa declaración de nulidad de pleno derecho, que la calle vuelva a llamarse Emilio Prud`Homme.

Y es que puede decirse debido a que no se ha completado el proceso establecido por la ley, que, sencillamente, la resolución no existe.

Hay dos leyes de la misma época que son una traba a la ligereza de las acciones de esta naturaleza. Una es la que coarta el poder de los Ayuntamientos para imponer arbitrios, es decir, tributos locales. La otra, ésta. Lástima que el promotor de la primera, el Dr. Jaime Manuel Fernández haya fallecido para contarnos de dónde y cómo surgió esta ley que, a su vez, revocaba la del 14 de septiembre de 1961 que devolvió a los gobiernos locales su autonomía plena en esta materia.

Tanto él como el doctor Héctor García Godoy, que por razones conocidas ejercía los poderes Ejecutivo y Legislativo, se encuentran en el mundo del Señor

aunque éste también lo es. Ellos se inspiraron en una estrafalaria decisión de un Cabildo que prevalido de su capacidad para aplicar obligaciones impositivas, llegó a extremos inauditos. Dos años después también se modificó una ley de 1958 en cuanto a la nominación de obras de servicio público, para restringir rasgos inentendibles de esa autonomía.

Muchos de los legisladores que intervinieron en la adopción de los cambios están vivos y pueden explicar por qué se hizo ley la iniciativa del Poder Ejecutivo. Entre ellos están nuestra amiga doña Yolanda Pimentel de Pérez, que también ha sido funcionaria Municipal, y Patricito Badía Lara, que también ejerció como secretario general de la Liga Municipal Dominicana.

En el fondo, y un fondo no muy profundo, es una cuestión de responsabilidad en el ejercicio del poder público a este nivel.

Pero lo realmente preocupante no estriba en que por iniciativa de un ejecutivo local el nombre de Sergio Vargas sustituya en una calle al de Emilio Prud`Homme. Lo terrible es que esa decisión de un gobierno local refleja una mentalidad, misma que se advierte en la interpretación popular del canto a la Patria. Nosotros, que asistimos a actos de pleno sabor pueblerino y nos fijamos en la pronunciación de sus versos, sabemos que para muchos compatriotas no hay mayor diferencia entre este canto que exalta las glorias nacionales, y «dame del pollito». Además, ¿cuántos de nosotros rendimos homenaje a la República al escucharlo, o al ver izar o arriar la bandera nacional?

¿Cuál de nosotros no ha escuchado el cambio que se consigna en estos versos? «Y del mundo a la paz ostentemos, nuestro invicto glorioso perdón». O este otro, en otra estrofa: «Si en su pecho la llama no crece que tembló el heroísmo viril». Y así, la incuria que nos hace ignorar el papel del autor de ese canto, nos arrastra a desconocer el sentido de sus versos. Varias otras modificaciones le introducimos, pero, les confieso, no las recuerdo ahora que escribo sobre ellas.

De todas maneras, sépase que la famosa resolución tiene que ser remitida al Congreso Nacional. E imaginamos que, al introducirse por cualquiera de las dos Cámaras Legislativas, será devuelta, explicándosele al Cabildo de Villa Altagracia quién es quién. Y podrá decírsele que Sergio Vargas es importante para ellos, pero debe esperar a que el colador de los tiempos discierna lo pertinente respecto del fruto social de su trabajo artístico.

Como lo esperó Prud`Homme, quien, como maestro en Puerto Plata, Azua y otras poblaciones, o escritor y expositor de soluciones a problemas del país, quizá nunca pensó que su nombre bautizaría alguna obra pública.

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