¡Pena me da!

¡Pena me da!

El visitante no invitado alzhéimer suele importunar afectando uno de los dones más preciados con que cuenta la especie humana. Me refiero a la memoria; a medida que caen las hojas del calendario, se hace más prolongada la compañía del personaje alemán que a principio parece invisible, pero que con el pasar de los años se convierte en residente permanente de la corteza cerebral.
El título de bachiller en ciencias físicas y naturales lo obtuvimos a la edad de 15 años, un mes después del ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina. Cumpliendo los 16 años ingresamos a la facultad de medicina de la entonces Universidad de Santo Domingo. Se inició el año escolar con más de un centenar de alumnos con dos menores de edad: Fernando Rojas Mejía y un servidor, así como uno en el otro extremo de la vida con 68 abriles cumplidos, el cariñosamente apodado “abuelito Marchena”.
Era costumbre del abuelito levantar la mano durante las horas de docencia para comentar, o preguntar al catedrático, especialmente al doctor Mairení Cabral, profesor de Anatomía. Marchena siempre iniciaba su exposición con la siguiente muletilla: “Debido a que el tiempo transcurre de una manera tan vertiginosa…”. Lo cierto es que el anciano dormía buena parte de la hora de exposición y solo recordaba el inicio y el final de la clase.
Uno que otro de mis lectores fue quizás testigo de las tristemente célebres ruedas de prensa policiales de la era de los 12 años de Balaguer. Cuando ocurría un hecho criminal escandaloso, la uniformada convocaba a los diferentes medios de comunicación para mostrar los acusados y acto seguido los juzgaba y condenaba públicamente. Tiempo después un juez validaba el veredicto policial. Reeditar el modelo de rueda de prensa con el ahora denominado director de la Policía al lado del jefe del Ministerio Público para “informar a la ciudadanía y al mundo” de los pormenores de la investigación de un hecho de sangre revive con tristeza la memoria sobre una práctica que creíamos sepultada.
Ahora resulta que en esta bendita tierra de nuestros amores el hoy es ayer y el mañana amenaza con ser hoy. Donde dije digo, corrijo y diré diego. Luego me quejo de que ni me entienden y mucho menos me lo creen. A pesar de que al decir del abuelo Marchena: <<El tiempo transcurre de una manera tan vertiginosa>>, hoy no es ayer y mañana tampoco va a volver a ser hoy. En la obra El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Carlos Marx inicia: <<Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa>>.
La rueda de la historia no camina en reversa, si algo bueno tiene el ayer para la sociedad es la experiencia que nos deja como enseñanza. El doctor Alan R. Moritz, patólogo forense del Instituto de Patología de la Universidad Western Reserve, Cleveland, Ohio, dictó en 1956 su recordada conferencia titulada: Errores Clásicos en Patología Forense. Una de esas pifias con relevancia actual es aquella que reza: <<Error por hablar prematuramente, en exceso y a la gente equivocada>>.
Un sine qua non de la práctica de las ciencias forenses es el de que: “Primero se investiga y luego se habla”
¡Qué pena que se nos olvide!

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