Cuesta adaptarse a ciertos estilos matizados por aspectos que distan de ideas que una buena parte entienden desfasadas. Por eso pienso mucho si debo continuar en una posición que exige, además de entrega total, buena dosis de paciencia. Que con los años, la elasticidad que requieren ciertas posiciones, van desapareciendo. Y por más que se quieran acomodar, provocan reacciones involuntarias que obligan a expresarlas. Y sin ser la intención, pueden motivar la incomprensión de otros funcionarios con métodos, tal vez buenos, pero de los que difiero.
Amigos sinceros me estimulan a hacer lo posible por continuar esta tarea. Bajo la idea de que los que aspiran a ser cristianos no pueden descuidar ninguna forma de ofrecer servicios y orientación en un mundo en el que cada vez más se desvirtúan los conceptos y se confunden los medios con los fines. Que debe ser considerado como una invitación de Dios a no ver la vida como mera complacencia estética, sino una llamada a la acción constante y austera hacia todos los aspectos de la vida.
He aprendido que la mejor manera de hacer las cosas es por la vía de la sinceridad y la transparencia. Exponer criterios e ideas, aún diferentes o chocantes, con la intención de provocar reacciones que provoquen mejoría. Que llamen la atención. Contribuir a soluciones. No para causar problemas o conflictos. Pero no todos lo entienden.
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Porque servir desde una posición ligada con una actividad que personalmente rechazo como el juego, en un sector difícil y complejo, amañado y considerándose con poder, no es fácil. Lo que me lleva a cuestionar constantemente mi permanencia ahí. Y Dios, a quien le temo sabe, que solo lo hago por un compromiso personal con el amigo Luis Abinader, quien me solicitó colaborar en un momento difícil dentro de ese sector.
Pero hay cosas que no logro comprender. Resoluciones y contratos a concesionarias originados en períodos salpicados de situaciones engorrosas que, sin entrar en juicios de valores, debieron y deben ser invalidados o por lo menos modificados. Propugno por la eliminación de una serie de requisitos que solo han servido para crear obstáculos.
La existencia de varios organismos que impiden soluciones más rápidas y efectivas. Un sector de juegos que solo considera violación la distancia geográfica, pero no el incumplimiento tributario. Que actúan más como organizaciones sindicales que como empresarios. Creo además, que debe abrirse el abanico que permita el surgimiento de nuevas concesionarias de juegos. Porque los que tienen ese privilegio, no son exclusivos.
El presidente Abinader, que tiene las mejores intenciones con ese sector, ha dado instrucciones para la creación de un nuevo organismo que regule y controle los juegos de azar mediante ley. A tal efecto se han incorporado ideas de amplios sectores en un solo proyecto.
Esa ley, con sanciones drásticas, ayudará a desenmarañar un sector mal acostumbrado. Con gente indudablemente buena, pero como grupo, su conducta es preferible no calificarla. Mientras tanto, desde la Lotería Nacional y coordinando acciones de regularización por Decreto, espero contribuir a la culminación de ese proyecto auspiciado por el Presidente, y así poder dedicarme a ofrecer sugerencias.