Pensar… de nuevo

Pensar… de nuevo

Para no pocos pensadores de la realidad latinoamericana la novedad de la situación actual de la región y del mundo obliga a los denominados sectores progresistas a repensarlo todo o casi todo, y esto con insistencia en la necesidad de repensar los instrumentos con los que hasta ahora se ha intentado dar cuenta de la realidad social y su transformación. Tal parece que la situación otorga nueva vigencia a la conocida afirmación de que: “cuando creímos que teníamos todas las respuestas nos han cambiado todas las preguntas”. Dicho de otro modo, lo que hasta ahora creímos acerca de la realidad social y de cómo construíamos pensamientos sobre ella se nos ha tornado insuficiente para orientar las prácticas “transformadoras” que se orientan a la construcción-ampliación de condiciones de vida digna para las mayorías. Es que las cosas han cambiado y no, por lo menos no siempre, en la dirección que a muchos de los indicados sectores les hubiera interesado.
Así, la omnipresencia del capital-mercado y su lógica se hace históricamente notable como tendencia en la región. Este aparece unido desde lo social con una democracia en lo político que parece dar como resultado una especie de oferta socialdemócrata con capacidad de acreditarse como lo viable históricamente en la región para construir esquemas posibles de justicia e inclusión social. Aunque no siempre gustosamente esto ha tenido que ser asumido incluso por los opositores políticos. Así las cosas, parece que estamos compelidos a pensar de nuevo y de manera nueva para tener resultados cercanos a lo deseable. De ser así, habrá que pasar entonces a hacer esfuerzos por idear esas maneras nuevas de hacerlo, sin despreciar lo que ya hemos logrado, no sea que por ingenua prepotencia echemos por los aires “al niño con todo y batea.”
Para no pocos actores esta nueva situación se presenta como una exigencia a “pensar de nuevo” que conduzca a la elaboración de una especie de “nuevo relato” compuesto por aquellos elementos que se consideren imprescindibles de concretar por cualquier propuesta política en su ejercicio del poder en una dirección democrática e incluyente… aunque sin olvidar el carácter escurridizo de estos tiempos nuestros que obliga a la atención y vigilancia permanente sobre nosotros mismos y nuestras prácticas.
Así las cosas y cuanto sea necesario, pasemos entonces a discutir en serio las cuestiones que harían posible la mejoría real de las condiciones de vida de las mayorías, y que implicará inevitablemente un costo social que se deberá estar dispuesto a pagar como garantía de la paz social y el respeto al derecho a la vida digna. En este contexto, hará falta atacar con agresividad y fortaleza, entre otras: el asunto del acceso a la educación de calidad, a la salud de calidad, a la vivienda digna y al entorno saludable, al empleo y a la jubilación decente, entre otras cosas. Todo esto acompañado por políticas que propicien la participación de los diversos sectores sociales en una diversidad de formas y espacios que concretizan la ciudadanía responsable, y esto conjuntamente con la concreción de un eficiente derecho electoral.
De esta manera la democracia se mantendrá real y la ciudadanía se afirmará como un horizonte válido aunque advirtiendo que, como todo horizonte, éste se aleja mientras orienta en la dirección correcta, es decir, hacia la justicia, la equidad, etc., virtudes sociales que promueven y hacen posible la vida en común. Y, mientras, continuamos pensando para otorgar direccionalidad a un ejercicio gubernamental que tiene que ser apoyado y adultamente criticado para garantizar su permanencia en las apuestas que han orientado la conducta histórica de las fuerzas sociales que han protagonizado los cambios.

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