Pensar lo contemporáneo como ejercicio artístico

Pensar lo contemporáneo como ejercicio artístico

El grafiti es una forma de expresión artística y social, y una de las manifestaciones del denominado arte urbano o arte callejero
(urban art o street art), por mucho tiempo considerada ilegal.

(Y 3)

Una instalación local no es contemporánea porque sea una práctica de moda, ni porque aborde un tema actual. Lo es porque se “instala” profundamente en nuestro tiempo, en el devenir existencial de sus seres, porque fluye y confluye con nosotros, y porque nos impacta como experiencia estética.
Es el caso de Tony Capellán, instalador dominicano por excelencia. Artista polifacético, inquieto y curioso, innovador, siempre persigue nuevas formas de expresar su mundo interior mediante las prácticas artísticas del momento. Hace acopio de todos los medios y materiales a su alcance, los recoge, los organiza y los dispone estratégicamente; los “recicla” y luego los resemantiza –como bien señala el curador y crítico de arte Amable López Meléndez- en los diversos géneros que cultiva como áreas de trabajo creativo: la pintura, el dibujo, el grabado y la instalación. El mar Caribe, los desechos y residuos de la sociedad de consumo, del capitalismo industrial, la naturaleza y la cultura, las mitologías, son algunos de sus temas recurrentes. En Capellán la noción de compromiso del artista está presente como práctica multidisciplinaria. Hay un compromiso radical con la realidad, pero también con la obra misma como producto artístico que aspira a un valor estético determinado. Su modo de ser contemporáneo, al decir de la crítica de arte Marianne de Tolentino, es de una contemporaneidad radical.

El grafiti es una forma de expresión artística y social, y una de las manifestaciones del denominado arte urbano o arte callejero (urban art o street art), por mucho tiempo considerada ilegal. Junto con el body art y el tatuaje, se ha convertido en una de las mediaciones artísticas en boga. A través de imágenes (a veces muy raras o extrañas), expresa estados de ánimo, emociones, ideas y visiones del artista en su relación con la sociedad y la época.

Histórica y culturalmente, el grafiti ha pasado de ser una expresión ilegal, estigmatizada y perseguida, a un fenómeno artístico urbano. No sólo se ha legalizado: también se ha legitimado socialmente. Es un código visual de la ciudad y su habitante, una visión libre y crítica de la vida urbana contemporánea. Aunque también puede cumplir otras funciones (comunicativa, educativa, social, publicitaria), intenta validarse sobre todo por su función estética.

Pongo por caso a Banksy, pseudónimo de un artista británico del street art. Grafitero de identidad oculta y fama internacional, su arte es combativo y comprometido, crítica política y sátira de la realidad. Son conocidos sus murales sobre el Muro de Cisjordania, construido por Israel en la Palestina ocupada, que denuncian la oprobiosa ocupación israelí.

Un caso local es el colectivo Acción Poética Santo Domingo. En distintos lugares de Santo Domingo, en cualquier pared de cualquier calle o avenida de cualquier barrio o urbanización, hasta en cualquier callejón, nos topamos con sus “letreros”, sus murales poéticos, sus versos breves, sus textos visuales. Acción Poética no ensucia, ni embarra, ni embadurna, ni afea las paredes de la ciudad. Lo que ese colectivo creativo hace es precisamente tomar un espacio físico urbano y transformarlo en espacio artístico por obra de la palabra escrita, fijada en la pared. “Sin poesía no hay ciudad”. ¿Se podría hallar una mejor formulación textual de la relación existencial entre ciudad y poesía que esa? Con su gesto, Acción Poética poetiza el espacio urbano.

Un arte en continuo movimiento tiene maneras muy particulares y extrañas de construirse. Los ejercicios de contemporaneidad en el arte dominicano consisten precisamente en tentativas de dialogar con la época, de fluir y confluir con nosotros, de empatizar con nuestro sentir, pensar e imaginar. El arte dominicano de hoy es contemporáneo, no por ser actual, presente en tiempo y espacio, sino sobre todo por el lenguaje y la visión del mundo que lo fundamentan. Reitero: no es contemporáneo por la tecnología empleada, ni tampoco por su relación con los llamados “medios globales” en un mundo cada vez más marcado por la comunicación global. Lo es esencialmente porque traduce un lenguaje y una cosmovisión, por los signos, por la sensibilidad estética que manifiesta. Lo que hay de contemporáneo en él le viene dado porque se inserta en lo que es el mundo de hoy, con sus conflictos y contradicciones, sus ilusiones y expectativas, sus tensiones y desgarramientos.

Desde su experiencia subjetiva, el artista nuestro ordena los elementos, recursos y materiales de que dispone, los organiza y trabaja. Partiendo siempre de una tradición, aun cuando se rebele contra ella y la subvierta, reordena el espacio, produciendo obras que son propuestas estéticas que sintetizan nuevos discursos visuales. En el proceso creador labora a diversos niveles de significación: lo referencial, lo simbólico, lo híbrido, lo sintético. Recrea el orden real y crea un orden imaginario, que es el orden de la obra de arte, del texto artístico como universo simbólico, único y singular. Con su gesto semántico, principio que organiza toda la significación de la obra de arte ?como sostiene el esteta checo Jan Mukarovský?, el artista se hace contemporáneo de todos los hombres.

De Silvano Lora a Tony Capellán, de Soucy de Pellerano a Belkis Ramírez, de Ramón Oviedo a Jorge Pineda y de Elsa Núñez a Raquel Paiewonsky, por citar sólo algunos nombres emblemáticos, hay una búsqueda afanosa y permanente de nuevos medios de expresión, de un nuevo lenguaje plástico, ya no tanto de la originalidad, sino más bien de la innovación, de la constante reinvención del lenguaje y del ser, del ser a través del lenguaje. En todos ellos hay una manifestación del sujeto en crisis, la huella de una memoria identitaria y el testimonio del trágico existir desde el aquí y el ahora. El arte dominicano de hoy es contemporáneo porque, insertándose en las corrientes y los movimientos de la época, abierto al mundo, atento al devenir incesante de las cosas, aspira a hablar del sentido de la vida y la condición del sujeto de hoy desde los soportes novedosos y fascinantes que les ofrece la era digital. Y porque es un arte que de algún modo habla a nuestras vidas y conciencias mientras transitamos por este nuevo siglo.

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