Tal vez luzca trágica la figura con la que inicio esta entrega, pero como se trata de un asunto de vida, y justamente la vida nos hace olvidar algo tan seguro como la muerte, es pertinente reflexionar sobre el recurso que sostiene la vida y que sin ella la muerte es segura.
Podemos vivir sin alimentos 40 y hasta 60 días, -ahora que estamos en cuaresma se recuerdan los 40 días de ayuno de Jesús entre otras cuarentenas-, pero sin agua no pasamos más de 3 o 5 días sin morir.
Nuestro cuerpo es complejo, está compuesto en más de un 60 por ciento de agua, distribuida según la necesidad de cada órgano: la piel 70 por ciento, 75 por ciento el corazón, hígado y riñón entre 75 y 80 por ciento, la sangre 83 por ciento el cerebro 70 por ciento, los huesos 22 por ciento y necesitamos consumidor diariamente un mínimo de 64 onzas de agua para su buen funcionamiento.
Como vemos, el agua es el motor natural del cuerpo humano y de igual manera de todo lo viviente en nuestro planeta. Por la cantidad de agua que contiene la tierra, desde el espacio nos vemos azul, contrario a otros cuya fisonomía es diferente, por eso somos el planeta azul.
Pero debemos saber que el 97.5% por ciento de toda esa agua es salada, se encuentra en los océanos y ciertamente el planeta completo está cubierto por un 70 por ciento de agua; hay quienes asocian la cantidad de agua del planeta con la misma cantidad que requiere nuestro cuerpo para mantenerse en pie.
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De modo que el agua es el bien y el recurso de la vida. Tenemos una limitante: solo el 2.5 % del agua existente es dulce, los humanos que vivimos en la parte solida del planeta nos nutrimos con ella que se encuentra principalmente en los polos.
Como el agua es parte intrínseca en nuestras vidas, no nos detenemos a pensar en ella y solo la apreciamos cuando tenemos sed, sin embargo, es un recurso severamente amenazado y más ahora por la codicia. La hemos convertido en una mercancía.
El 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua, esta vez dedicado a las aguas subterráneas, esas que tenemos bajo nuestros pies y que son parte muy importante en los ecosistemas.
Las aguas subterráneas han sido calificadas como un tesoro oculto, son aguas dulces que nutren ríos, arroyos y humedales, se alimentan en países como el nuestro de las lluvias, en otros de las nieves.
Se presume que casi la totalidad del agua dulce en forma líquida del mundo es agua subterránea, y es la base del agua potable por lo que se sugiere cuidarla desde donde pisamos, en la superficie. Esto implica crear conciencia de que lo que hacemos encima de ella repercutirá en la calidad de las aguas invisibles, esas que están bajo tierras.
La lluvia es la principal fuente de recarga de los humedales, y viene a mi mente, la gran cantidad de humedales que han sido secados en nuestro país para dar espacio a construcciones de viviendas con un evidente desconocimiento del tesoro destruido. Hay que proteger los que todavía nos quedan.