Pequeñas agresiones

Pequeñas agresiones

Por Julio Ravelo Astacio

La vida es un reto constante. Sobrevivir a un desafío, triunfar, una demostración de capacidad, habilidad y perseverancia. Al parecer entendemos lo conveniente que resulta contribuir con el desarrollo armonioso de cada ser humano. Pero, en los hechos, no siempre procedemos de manera consecuente con esta aspiración.

En el hogar, en una relación de pareja, en el lugar de trabajo, en la escuela, podremos notar cómo muchas personas emiten juicios que intentan disminuir las cualidades del otro, comentan sobre las limitaciones o falta de condiciones de otras. Esto a veces lo hacemos sin pensar en toda la influencia negativa que estas valoraciones ejercen sobre los demás.

Un ser humano se nutre desde el hogar por lo que ve, por lo que vive. Si allí se expresan afectos y él los recibe de manera cálida, de seguro su desarrollo emocional será más armónico.

Puede leer: Abrazos reales

A todos nos gusta que nos valoren, que nos aprecien. Esos son parte importante de los estímulos necesarios para nuestro crecimiento y estabilidad emocional.

En cambio, resultan evidentes los negativos resultados que juicios y comentarios nocivos ejercen en la persona. Puede ser en el hogar, donde a veces se pueden emitir juicios como: “No eres bueno para nada”, “El hijo de mi compadre Ramón sí es un muchacho inteligente”, “Si yo fuera tu padre, no gastaría dinero en ti”.

Calificativos como: bruto, torpe, se pueden agregar a esta larga lista.

Recordemos que para los hijos los padres son: figuras, imágenes poderosas, fuertes, sabias, y si luego resulta que ellos opinan de su hijo (a) de manera negativa o descalificándole para tal o cual actividad, son innegables las repercusiones negativas que las mismas tendrán en la valoración de sus cualidades o potencialidades como persona y en su autoestima.

En la relación de pareja, también se manifiestan situaciones y expresiones que al parecer pueden no ser consideradas como ofensivas. Sin embargo, ellas van mermando el respeto y la dignidad de los cónyuges. Esos comentarios que a veces en un momento de discusión pueden llegar a términos fuertes, acusaciones de uno u otro tipo, enrostrar al otro fallas o limitaciones de manera reiterada. Estas expresiones no hacen otra cosa que no sea disminuir los afectos y consideraciones recíprocas, dificultándolas o entorpeciéndolas, las cuales, muchas veces, terminan en un distanciamiento, una indiferencia o una frialdad que nadie antes podría imaginar.

En el sector productivo, el éxito depende de un manejo adecuado de las pequeñas agresiones: la palabra fuerte, el trato desconsiderado, el calificativo soez, la falta de valoración y estímulo son parte de los elementos que disminuyen la motivación, la creatividad y la identificación con el trabajo que se realiza. Como resultado tendremos una labor realizada a desgano y con escasos logros.

Muchas personas quizás no tengan la información acerca de las repercusiones que tienen en el organismo las «pequeñas agresiones», pero hoy día se ha podido comprobar como un comentario negativo, una palabra descompuesta, extraviar algo tan elemental como las llaves de la casa o del auto provocan aumento de la presión arterial, del pulso, de la frecuencia cardíaca, es decir, desencadena el sistema de alarma o estrés del organismo a través del sistema neurovegetativo.

Si las pequeñas agresiones se repiten aumentan el estrés, ansiedad, presión arterial, el pulso se acelera, se altera el sueño, se vuelve la persona más irritable.

En ese sentido se torna más vulnerable la calidad de vida, su salud general se deteriora. Además, conviene destacar la fuerza que tiene la palabra para alterar o rectificar el comportamiento.

En consecuencia, es conveniente evaluar nuestras actitudes y acciones a fin de cambiar nuestra forma de tratar y valorar a los demás.

Vamos a modificar los patrones de conducta negativos. A partir de hoy, vamos a procurar hacer más feliz a la persona que nos queda cerca: esposa, novia, hijos, familiares, compañeros de estudios o de trabajo. Sonríe con frecuencia. No importa lo difícil de la crisis, total con poner «cara de filo de machete» tampoco se resolverá. Entonces, por lo menos procuremos transitar por la vida con una nota de optimismo y buena disposición. Ello ayuda al cuerpo y al espíritu. Nos hace menos difícil la existencia. Nos vuelve más humanos.