Pequeños regalos para el alma

Pequeños regalos para el alma

Esta semana estoy de aniversario de nacimiento. Desde hace años, el mejor regalo que me doy es pasar un tiempo a solas, consintiéndome con pequeños regalos para mi alma. Por supuesto que también disfruto mis gustos en compañía. Solo que para mí, una buena compañía es la que me hace sentir tan a gusto como cuando estoy sola.

Tengo claro que cualquier excusa que utilicemos para olvidarnos de nosotros mismos, y mantener dormida nuestra consciencia, se convertirá en “otro” que al faltar nos hará sentirnos solos. Dependemos de “eso” para no estar tristes, pero como en realidad el deseo es estar con nosotros, resentimos su presencia cuando nos acompaña. ¿Has caído en esa trampa?

La soledad es tremendamente bella porque es profundamente libre. Valorar esto es un indicador de que ya no necesitamos al otro, porque nosotros mismos somos suficientes. Hace unos días, una oyente llamó a un programa radial y dijo que a su pareja la quiere para todo, aunque no la necesite para nada. Si tienes algún placer que solo puedes disfrutar en compañía, te has perdido a ti mismo, y ningún regalo será suficiente. Te volverás exigente, demandante y controlador.

Soy inmensamente afortunada por contar con un valioso tiempo de soledad que me permite valorar y disfrutar las buenas compañías. Acompañarme a mi misma es uno de mis regalos más apreciados, pero cuando se trata de consentirme, mimarme y hacerme sentir especial, pienso en qué capricho singular puedo brindarme para halagarme a mi misma.

Sin lugar a dudas, el chocolate ocupa un lugar principal. Muchas veces, he buscado una finísima bombonería -o una exquisita pastelería- que me haga sentir como si el postre lo hubiera preparado especialmente para mi la mismísima Vianne Rocher, en su tienda Chocolat. En la novela de Joanne Harris, la acción transcurre en cuaresma, un tiempo de sacrificio y renuncia, donde una madre soltera cambia el destino de las personas, en una pequeña población francesa, con sus maravillosos postres de chocolate.

Vianne era médium, por lo que cuando alguien entraba a la tienda “percibía” lo que necesitaba su corazón, y le ofrecía el dulce adecuado para hacerle sentir especial. Los chocolates de la señora Rocher operaban más como un remedio homeopático que como pecado. ¡Darle a alguien lo que el corazón necesita es un maravilloso regalo!

Otro de los regalos que le hago a mi alma es tomar un delicioso baño tibio con sales aromáticas y aceites esenciales. Uno de mis favoritos lo logro mezclando una taza de aceite de oliva suave, con una cucharadita de canela en polvo y media cucharadita de vainilla, lo remuevo bien y dejo reposar la mezcla toda la noche. Al otro día, cuelo la canela ¡y listo! Luego, me pongo una bata de suave seda y desayuno con una suculenta copa de cava fría, un trozo de queso cremoso, pan artesanal y una jugosa pera madura.

Un exquisito tarro de helado que voy saboreando poco a poco con una cucharita de café, una copa de dorado licor Frangelico, con su dulce sabor de avellanas silvestres cultivadas en las colinas al sur del Piamonte, o unas horas de sol tumbada en un chaise longue a orillas del mar, disfrutando el refrescante sabor de la cerveza, la bebida más antigua del mundo, son otros de los placeres que me brindo con cierta frecuencia.

Ordinariamente, la vida nos ofrece infinidad de placeres. Por muy difícil que sea una situación siempre hay algo que puedes hacer por ti mismo. Como dijo Murasaki Shikibu: “Siempre hay mucho más de lo que parece a primera vista”. Conocer lo que el alma necesita -o busca- es tu responsabilidad.

 

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas