Percepción de una economía en crisis

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FABIO R. HERRERA-MINIÑO
La última encuesta, de las que realiza periódicamente este diario con la empresa encuestadora Gallup, arrojó un dato muy importante acerca del sentir generalizado de la población, que según el universo de los encuestados consideraron en un 72% que la situación económica de cada uno no era la correcta y se sentían temerosos acerca de su futuro.

Tal presunción de una masa notable de encuestados, contrasta con los datos económicos de como la economía dominicana se ha recuperado de la crisis en que fue sumergida a partir del 2003, con la quiebra de los bancos, la conversión del país en un paraíso del tráfico de drogas y la contratación de los más diversos empréstitos, muchos de dudosa realización y otros convertidos en aguas de borrajas por lo efímero de la inversión realizada y beneficios de los mismos. Todavía algunos resurgen de forma curiosa por la actuación interesada de funcionarios, atraídos por los beneficios colaterales.

La sensación, como decimos los dominicanos “que la cosa está mala” proviene del sentir de que no se puede gastar derrochando como era en otras épocas, pero hay una realidad, es que nunca, en toda nuestra historia, la “cosa ha estado buena”. Si pasamos revista a las informaciones de las colecciones de diarios y libros de distintas épocas tratando los temas del momento moderno de esa etapa de cada siglo, nos damos cuenta que el panorama que nos pintan es siempre de una precariedad notable. Pero se ha ido evolucionado de forma tal que aquella sociedad cerrada y elitista de los años 50 del siglo pasado es ahora abierta, donde el poder del dinero que obtienen hoy en día los que se han destacado en el mundo del deporte, de la farándula y de las drogas y su lavado, domina los intereses de todos. Ahora muchas fortunas no tienen sus orígenes claros, pero ha permitido que la economía del país crezca admirablemente hasta llegar a un ingreso per cápita superior a los $3 mil dólares anuales. Tal indicador es elevado aún cuando nos hemos quedado rezagados en relación a naciones que como Taiwán y Corea, en los años 60, tenían un per cápita menor al dominicano.

Se dice que la cosa está mala, pero desde hace días las calles se han tornado intransitables, el tráfico ha aumentado en las autopistas y el movimiento en los comercios es mucho mayor, en donde la inyección del sueldo trece ha contribuido a un dinamismo típico de cada temporada navideña, las ferias de vehículos alcanzan ventas maravillosas, y aún así, continuamos quejándonos y alegando una falta de circulante.

Indudablemente el gobierno del PLD ha fracasado en su costosa y abrumadora campaña de saturación mediática, en que lo invertido en televisión, radio y prensa supera todas las estrategias de un buen marketing publicitario y de cómo debería administrarse el oficialismo democrático, al menos que no se pretenda que sea similar a lo que sucede en regímenes totalitarios con una saturante maquinaria propagandística que no es el caso. Somos un pueblo alegre y derrochador, su entusiasmo contagia a los extranjeros que nos visitan, estos se sienten muy a gusto el ver una conducta de hospitalidad que hace olvidar todos los inconvenientes de sufrir las ciudades apagadas, de calles y carreteras destruidas por falta de mantenimiento, de servicios precarios de agua potable y casos de aguas negras circulando por carreteras y calles. Asimismo se comparte la miseria de muchas zonas, pero el espíritu criollo se impone a todos esos avatares de la vida, donde las ambiciones de los políticos tienen una alta cuota de responsabilidad. Nos sostenemos como un pueblo que aparentemente vive despreocupado de su entorno, pero que siente los rigores de las limitaciones económicas; en sus coloquios en familias y amigos, expresan lo que no es justo de no poder disponer de dinero sobrante de sus ingresos esenciales, para gastarlo sin control. De ahí que las encuestas reflejan con rigor ese sentir muy cierto, pero que choca frente a un dinamismo de todas la actividades, en especial del tráfico ya de por si caótico durante todo el año, ahora ha adquirido ribetes del locura y ansiedad cuando los tapones, hasta en la autopista Duarte, está dificultando el llegar a tiempo a los sitios de trabajo, de esparcimiento o de compras.

Somos pesimistas por cuanto siempre la cosa está mala, pero la realidad es que nunca estamos conformes con lo que tenemos. Ya quisiéramos que siempre nos llegara un milagro de Nuestra Señora de La Altagracia para que nos regale un loto o el premio mayor de la Lotería. Tal es la petición constante de una buena parte de la población, pese a que una buena proporción de la misma se nutre de los que envían desde el exterior los parientes, lo cual constituye la tercera fuente de ingresos en divisas del país y sostiene para poder quejarnos y mantener la consigna de que la cosa está mala, aún cuando tengamos frente a nosotros el whisky más fino o la compañía más estimulante.

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