Percepción de pánico
al ver a un policía

Percepción de pánico<BR>al ver a un policía

Una guerra mediática se ha desatado entre los voceros policiales y la ciudadanía, arropada por el terror de ver que la frecuencia de agentes del orden eliminando a ciudadanos, ahora bajo el alegato de que no se detienen, cuando de noche las patrullas los mandan a detener en sitios oscuros.

Las víctimas de esos excesos policiales son llorados por sus familiares; la policía se exculpa, alegando que los civiles no obedecieron la orden de pare, a sabiendas que casi siempre, como lo menos malo, sea para pedirle una contribución para cenar o beber. En el otro extremo de esos retenes policiales, es que le abran fuego a los civiles, que atemorizados, no se detienen.

La policía está en una encrucijada, no son los intercambios de disparos o su alegre disposición de matar a quien se presume delincuente, capturado vivo, y antes de llegar a un cuartel, se le liquida alegando rebelión, sino que la acelerada frecuencia de los incidentes mortales, cuando están en operaciones de reviso, o de control, lo que mueve a serias preocupaciones de las más altas autoridades civiles de la nación.

La animadversión innata del policía hacia el civil, que se creía superada después de los sucesos de 1961 y de 1965, ha estallado con toda su pasión en esta década del siglo XXI, cuando de manera extraña se alimenta y se estimula para ver cual policía es más agresivo con los civiles y de cómo ejerce e impone su arbitraria autoridad, para la total sumisión de la paz de los cementerios o hacer saltar al jefe policial de turno.

Indudablemente, en el caos policial, hay luces de sectores calificados, que por su preparación llevan a cabo funciones medulares en el cuerpo del orden, equiparándose a los más modernos del continente, pero su labor se ve enturbiada por las acciones de aniquilación de civiles, que llevan a cabo los sectores responsabilizados de ejecutar la tarea sucia.

Lo que está sobre el tapete no es la capacidad policial para llevar a cabo sus investigaciones, sino procurar otro sistema de represión, en donde no predomine el exterminio del civil, o que se le acribille a golpes, ya sea cuando se detienen, o se les somete a severos interrogatorios, apartados de todo concepto legal.

De ahí que la famosa reingeniería que se cacarea para llevarla a cabo en la policía, debería aplicarse, estimulando el surgimiento de un nuevo cuerpo del orden. Con los bajos salarios como los actuales, se impulsa a un hombre, con un arma en las manos a cometer toda clase de tropelías, y por vesania, recurren a eliminar a los civiles después que son adoctrinados en su entrenamiento y cursos para que lleven a la obediencia a los civiles, recurriendo a excesos de autoridad contra los mismos.

Hay pánico en la población. Aumentan los temores para salir a las calles después de ciertas horas de la noche. Las posibilidades de encontrarse con una patrulla policial, haciendo su trabajo a disgusto, es la ocasión de verse envuelto en incidentes, con peligro de la vida de quien regresa de una fiesta, o incluso lleva de emergencia a un familiar a un centro de salud.

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