Percepción hija de la realidad

Percepción hija de la realidad

Lo que está sucediendo en el país con los delitos en estos momentos no llega en la plenitud de sus azarosos detalles a la Policía; ni siquiera a los medios de comunicación. ¡ME ASALTARON! es una frase de uso muy común en cualquier mínimo coloquio que se produzca entre contertulios. El atraco a mano armada se ha generalizado en toda la geografía. La mayoría de las víctimas de la extendida delincuencia que opera en motocicletas (siendo las automovilistas que viajan solas las más asaltadas) no pone querella en la Policía porque confía poco en que la denuncia va a servir para que se persiga, aprese y castigue al autor. El subregistro es evidente. Además. La Policía suele dar muestras de que no está materialmente preparada para perseguir el crimen en gran escala, a pesar de las camionetas y motocicletas que en el pasado recibió en donaciones. No existe una red de destacamentos (sino de ruinas de escaso personal) para responder con prontitud a la magnitud de delitos.

Los ciudadanos se sienten desprotegidos porque la propia Justicia carece de recursos para funcionar con idoneidad, con pocos jueces y tribunales y superada en su capacidad por la avalancha de casos que recibe, como acaba de admitir la Suprema Corte de Justicia. El país está sobrepoblado de delincuentes motorizados que por falta de registros de licencias, matrículas y seguro, son incontrolables y constituyen una causa de miedo en mucha gente a salir a la calle.

 NO DORMIRSE EN LOS LAURELES

2013 contrasta positivamente con el pasado reciente con una declinación en la cifra de víctimas mortales de feminicidios con 73. Autoridades, que logran ser excepcionales en el cumplimiento de su deber, han tenido mucho que ver con esta reducción. En el 2012 fueron asesinadas 103 mujeres, y en el 2006, 99. El avance en la lucha contra esa destrucción de vida impacta más porque en buena ley el Estado dista mucho todavía de aportar suficientes recursos materiales y esfuerzos a la defensa de la mujer.

Recuérdese con desconcierto, que algunos de los más importantes programas contra la violencia de género existen por la colaboración y dedicación de entidades de la sociedad civil tanto locales como extranjeras, sin cuyo concurso los índices deplorables que nos han caracterizado serían peores. Si el Estado fuese tan diligente como exigen las circunstancias y la cultura machista que ha reinado, se habrían salvado mucho más vidas.

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