Percepciones chinas para una “gobernanza” global

Percepciones chinas para una “gobernanza” global

En marzo, hace solo tres meses, se encontraron en París los líderes de Alemania, China, Francia y el presidente de la Comisión Europea para reforzar las relaciones mutuas y cooperar efectivamente para una gobernanza global. Se trató de un foro sobre gobernanza copresidido por Francia y China. Ante lo que describió como una “creciente volatilidad e incertidumbre en la situación internacional” Xi se comprometió a trabajar para rescatar el multilateralismo, perfeccionar la gobernanza global y conjuntamente abordar los problemas mundiales. Igualmente reconoció que Europa y China son actores imprescindibles en el proceso de globalización económica con intereses comunes y propuso emprender acciones conjuntas en tres direcciones: defender el multilateralismo protegiendo a la ONU como su núcleo y centrarse en la solución política de las disputas; trabajar unidos para promover el desarrollo del área euroasiática para lo que China seguiría impulsando sinergias entre el programa de la “Franja y la Ruta” para cooperar en la interconectividad euroasiática y llamó a incrementar la confianza estratégica mutua dado que ambos tienen más intereses comunes que diferencias.
Los líderes europeos afirmaron su voluntad para aumentar la confianza recíproca y asumir de conjunto la responsabilidad de promover la paz, seguridad y desarrollo global reconociendo, explícitamente, en China a un actor también imprescindible.

Fueron las expresiones formales y explícitas con las que las autoridades de la República Popular China ven una reestructuración del mundo. Se pueden analizar bajo el prejuicio a ultranza con la que no pocas veces se toma, contra toda racionalidad, todo lo que viene de China, pero si lo analiza con un prisma objetivo se le puede conceder al liderazgo chino que es sincero cuando propone una ordenanza global sobre los principios del multilateralismo y podemos estar seguros de no equivocarnos por una sólida razón: nadie en este siglo XXI tiene el poder omnímodo de organizar al mundo a su plena conveniencia, no importa si se domina el cielo, la tierra y sus mares. Durante decenios el mundo era discutido por dos superpotencias que se basaban en el poderío nuclear, una se evaporó y aunque surgió algún que otro teórico que afirmó que se había llegado al “fin de la historia” y surgido una “aldea global” teniendo como eje a Estados Unidos, la tozuda realidad mundial pronto demostró que un mundo centrado en hegemonismos no es ni viable ni posible. Digámoslo más claro: ni EEUU puede, aunque quisiera, diseñar el mundo a su imagen y semejanza, ni China, aunque aspirase a ello, podría imponer una reingeniería global centrada en una nueva dinastía.

No hay de otra; dejemos que las fuerzas de la economía marquen el derrotero, en lo que creían ciegamente unos que ahora pretenden ignorarlo y más temprano que tarde tendremos un planeta sustentado en realidades incontrastables. Ciertamente, solo en un mundo basado en aportes coordinados y cooperados con responsabilidades y obligaciones compartidas podrá la humanidad alcanzar el bienestar general y una paz definitiva. Más que a hegemonías superadas por la historia, ¿no es acaso a eso lo que todos aspiramos? Despertémonos de pesadillas trasnochadas y hagamos los sueños realidad.