Percepciones peligrosas

Percepciones peligrosas

“El país necesita un Trujillo para sacarnos del caos en que nos han metido estos demócratas disfrazados y corrompidos”. O algo como esto “democracias intolerantes, corruptas y engañosas son peores que ciertas dictaduras moderadas”.

Cuidado, que no es así. Pero es fácil que este tipo de percepción permee en cierta gente joven o de mediana edad que oye a sus padres decir “aquí cuando Trujillo, uno dormía con las puertas abiertas y nunca te asaltaban o te robaban”.

Otros dominicanos de avanzada edad afirman “cuando el Jefe nombraba a un diplomático o a un funcionario en cargos relevantes, lo hacía con gente honorable y altamente educada mientras que ahora cualquier boca de burro es Embajador o Secretario de Estado”.

La percepción más horripilante de todas es la siguiente “cuando Trujillo, solo robaba él y algunos miembros de su entorno, ahora roban todos”. Y  no falta la que dice “la democracia no está hecha para el dominicano y eso lo entendió Trujillo desde que llegó al poder”.

Ese tipo de comentarios es cada vez más fluido entre personas de diferentes edades y estratos sociales que ven frustradas sus expectativas y su futuro ensombrecido. A veces se hace en forma de chistes pero en otras lo dicen con seriedad y creyendo firmemente en estas aberraciones. Oí decir recientemente “en 40 años de democracia el país ha retrocedido con respecto a los años 50 excepto por los rascacielos y las avenidas: antes éramos disciplinados ahora somos unos salvajes”.

Recuerdo la época de Trujillo desde que tenía 12 años de edad. Fue en el 1957 cuando tuve plena conciencia de quien era este hijo de puta que hacía desaparecer la gente de la noche a la mañana. En el barrio de San Miguel y San Antón, donde viví hasta los 25, no pasaba una semana sin que el murmullo de los vecinos se hiciera eco de otra desaparición de un luchador anti trujillista.

Se visitaba la familia de la víctima con miedo y llantos reprimidos ya que la Gestapo de Trujillo vigilaba a todo aquel que se acercara a la casa para después incluirlo en la lista de sospechosos.

Eran años de terror. Recuerdo cuando la secreta llegó a la casa de un amigo donde estábamos reunidos y comenzó a dar patadas y galletas por estar hablando pendejadas. De hecho se hablaba sobre los desmanes de la dictadura, de la gente asilada en la embajada de México y del asesinato de las hermanas Mirabal. ¿Pero cómo se enteraron los calieses que estábamos en esa casa y hablando contra Trujillo? Simple deducción, ya que no había otra cosa de que hablar cuando había algo de que hablar. Yo y muchos otros amigos de aquellos viejos barrios de la ciudad, estamos vivos porque a Trujillo lo mataron cuando apenas teníamos entre 14 y 16 años de edad. 

La democracia, con todas sus imperfecciones, hay que preservarla hasta con la vida si es necesario.

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