Todo el mundo sabe lo que sucedería en el PLD de continuar por ese derrotero su crisis interna, que el pasado lunes alcanzó su climax con la agresión a bombazos a diputados y seguidores del expresidente Leonel Fernández y la posterior militarización del entorno del Congreso, sin que se vislumbre en el horizonte inmediato un cese de las hostilidades que devuelva las aguas desbordadas a su cauce, pues a pesar de la gravedad de lo que ocurre unos y otros se acusan mutuamente de ser los responsables del lamentable espectáculo. Aún así, voy a repetirlo: si Leonel, atrincherado en su “no hay marcha atrás” en su propósito de regresar al Palacio Nacional cabalgando en su retórica de Guardián Supremo de la Constitución, y Danilo, quien desde su impenetrable silencio mantiene el juego trancado no logran ponerse de acuerdo el PLD se dividirá y los peledeístas perderán el control del Estado y el Presupuesto Nacional, no sin antes provocar severos daños a la institucionalidad democrática y la gobernabilidad. Muchos son los que apuestan a esa posibilidad, sobre todo los convencidos de que en el actual paisaje electoral el PLD solo puede ser derrotado por el PLD, pero no conviene confundir los deseos con la realidad ni subestimar el miedo de los peledeístas a salir del Gobierno, a perder sus empleos y privilegios, lo que debería obligarlos a entenderse por encima de cualquier circunstancia. Sin embargo, los extremos a los que se ha llevado la lucha por la candidatura presidencial del 2020 hacen cuesta arriba hasta la “tercera vía” que propuso la vicepresidenta Margarita Cedeño, quien ha visto cómo los hechos de los últimos días corroboran su afirmación de que las candidaturas de Danilo y Leonel constituirían un “perder-perder” para el país, sobre todo después de que una investigación periodística internacional reveló que Odebrecht pagó 39 millones de dólares en sobornos para conseguir el contrato de Punta Catalina.