Pérdidas que nos hacen ganar

Pérdidas que nos hacen ganar

Un anciano posee siete yeguas que alquila para vivir. Un día se le escapan y el pueblo le dice “¡qué desgracia, que mala suerte!”. El anciano contesta “puede ser… puede ser”. Al poco tiempo las yeguas bajan de las montañas y vuelven al calor de los establos, pero con siete caballos salvajes que las acompañan y aparean.

“¡Qué bendición! ¡Qué buena suerte!”, dice el pueblo y el anciano contesta “puede ser… puede ser”. Al tiempo, su único hijo se rompe los huesos domando a los nuevos caballos recién llegados y “¡qué horror! ¡Qué terrible!” dice el pueblo. El anciano contesta: “puede ser… puede ser”.

Al poco tiempo estalla la guerra y el chico, que permanece inmóvil, es el único joven del poblado que no es reclutado para luchar en el frente. “¡Qué bendición! ¡La gracia del cielo lo protege!”, dice el pueblo y el sabio anciano responde: “puede ser… puede ser”.

“Este antiguo cuento, nos muestra que la vida es aprendizaje y desde tal perspectiva no hay noticias esencialmente buenas o malas y todos los acontecimientos nos ayudan a evolucionar”, explica a EFE-Reportajes el terapeuta transpersonal y entrenador emocional, José María Doria (www.jmdoria.com) , para quien “nuestros juicios nos impiden ver lo bueno que hay tras las apariencias”.

LISTA DE CALAMIDADES HUMANAS

“El índice de actualización de la hipoteca de la casa se ha disparado, justo en el peor momento, cuando se acaba mi contrato y me han avisado que no me lo renovarán. Mi pareja me ha abandonado, nuestra hija se ha independizado y se ha ido a vivir sola, mi primo favorito ha pasado a mejor vida”.

 “El concurso literario en el cual había participado con tanto esmero ha sido para otro. El médico me informó que ya no podré competir debido a una lesión en las articulaciones. El proyecto en que he trabajado los últimos años se ha ido al traste. Mis amigos no han estado a mi lado en este momento tan crucial”.

Son los testimonios de algunas de las calamidades, problemas y cambios vitales que previsiblemente sufriremos a lo largo de nuestra existencia: momentos decisivos, malos o difíciles, que nos hacen sufrir, pero que no son catástrofes definitivas, sino hitos mediante los cuales se va entretejiendo nuestra vida, y cuyo saldo puede ser positivo si sabemos superarlos y aprovecharlos.

Ante estos distintos tipos de pérdidas sentimos aflicción y dolor, y nos aferramos al pasado, pero en el fondo sabemos que las cosas nunca más volverán a ser como antes. Son cambios que suponen dejar la seguridad de lo conocido pero también una ocasión para desarrollar nuevas opciones de vida. Se viven como algo negativo, pero son normales y hay que saber afrontarlas.

“La muerte de un ser querido a veces pone en marcha una gran maduración personal. La pérdida de un trabajo puede suponer la liberación de unos moldes aprendidos y el comienzo de una visión más amplia. Una enfermedad a menudo trae la renovación de muchos hábitos y el cambio de vida que uno anhelaba”, señala Doria.

Según este experto, “ante la llegada de una supuesta desgracia, conviene suspender el juicio y mantener atenta la intuición a lo que viene y pronto comprobaremos que tras lo aparente el Universo ha roto el viejo orden y de pronto pone en nuestras vidas posibilidades insospechadas”.

CUATRO PREGUNTAS CLAVES

Para ser conscientes del alcance de los acontecimientos que nos afectan y ver lo positivo que hay en ellos José María Doria propone preguntarse: “¿en qué me beneficia esta situación?, ¿qué hay detrás de esta noticia?, ¿qué voy a aprender en lo que se avecina?, ¿cuál es el mensaje que este hecho inesperado anuncia?”. 

El experto estadounidense Emmet Miller compara la actitud ante las pérdidas con lo que sucede “en la montaña rusa, donde todos experimentan el mismo viaje, pero cada uno reacciona diferente: con mala, buena o ninguna tensión”.

“Algunos se sientan en la parte trasera, con los ojos cerrados y las mandíbulas apretadas; otros se sitúan en los carros delanteros, con los ojos bien abiertos y disfrutando con cada descenso; en medio se sientan quienes parecen aburridos o indiferentes”, señala este conocedor de las intimidades de la mente humana.

“Cada problema que encontramos en la vida puede contemplarse como una ocasión para demostrar que podemos hacerle frente”, señala el experto americano, según el cual “cambiar el modo de ver las cosas puede transformar una vida de tensión e incomodidad en una vida de retos y emociones”.

Para la doctora Ann Kaiser Stearns algunas dificultades personales pueden producir una serie de síntomas que van desde “el insomnio, el nerviosismo, el miedo o la ira intensa, hasta los pensamientos suicidas, la pérdida de interés por todo tipo de actividades o la preocupación por uno mismo, acompañada de pensamientos tristes”.

Según Kaiser Stearns algunas personas pueden creer que todas estas cosas juntas desembocan en la locura, “pero son sólo parte del proceso de aflicción, y no necesita ayuda profesional, sólo comprender la batalla que se está librando”.

Esta doctora argumenta que aunque es una situación desagradable mientras estamos dolidos, en todo aprieto “nos transformamos; muchos de los cambios serán experiencias positivas que nos insuflarán un ánimo vital, y algunas de estas transformaciones enriquecerán nuestra vida, con un valioso aprendizaje y desarrollo personal”.

Cada crisis tiene sus fases de incubación aguda y de resolución, pero si pasado un lapso prudencial, la persona no la supera con los recursos a su alcance, sola o con la ayuda de amigos o familiares, o si sus síntomas perturban su bienestar o rendimiento profesional, social o personal, entonces se aconseja buscar ayuda psicológica profesional.

LO ÚNICO PERMANENTE ES EL CAMBIO

Para la terapeuta familiar Daya H. Rolsma “la vida es una continua sucesión de momentos de estabilidad, seguidos de otros de crisis, en los que es necesario buscar alternativas que nos permitan vivir otro período diferente de equilibrio”.

“Ocurre que el ser humano es un animal de costumbres y cualquier alteración de su estado presente suele inquietarle, asustarle o producirle ansiedad, sobre todo si no tiene recursos para hacer frente a la nueva situación; de ahí que se vivan las dificultades o pérdidas como algo negativo”, señala la psicoterapeuta.

Para Rolsma, la solución, como la de cualquier problema, pasa por aceptar que existe: “de no hacerlo difícilmente se resolverá”.

Según la especialista hay que distinguir entre lo que se puede y debe controlar y lo que no, ya que si no hay salidas hay que adaptarse a la situación, y no se puede esperar que la solución venga de los demás: “uno mismo debe dar el paso inicial y cambiar aquello de su vida o relaciones que no funcionen o no le gusten”.  

En vez de lamentarse inútilmente hay que concentrarse en buscar salidas y si no se ve la luz hay que dejar pasar un tiempo para recuperar fuerzas y después continuar buscando.

Como plan de acción, la terapeuta familiar Daya H. Rolsma propone: continuar con todo aquello que funciona, dejando de lado lo que no conduce a resultados deseados y probando algo cualitativamente diferente de lo que se venía haciendo.

LA VIDA EN EL SUBE Y BAJA

José María Doria se pregunta “¿qué sucede cuando sentimos que tocamos fondo? ¿Acaso cuanto más oscura es la noche, es justamente cuando la vida da paso al alba?”.

Según el terapeuta transpersonal “si observamos las leyes de la naturaleza, veremos que el crudo invierno da paso al sol de la primavera y que en lo más profundo del fruto caído se halla la semilla dispuesta. Son ciclos ascendentes que llegan a su cenit y comienzan a descender hasta tocar fondo y volver a emerger a un nuevo episodio de existencia”.

“Cuando uno sufre, conviene que observe su dolor y cómo tras él brota la esperanza. No hace falta que dediquemos gran esfuerzo para superarlo ni hagamos grandes ingenierías mentales. Cuando llegue la noche oscura del alma, fluyamos hacia delante y dejemos que lo próximo llegue y de todo ello uno aprenda. Confiemos en el cambio”, aconseja Doria.

“Todo sucede por algo, y a veces es duro nacer a una nueva etapa, pero detrás de lo que sucede hay crecimiento y enseñanza” finaliza.

E F E – REPORTAJES

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