Perdimos a Jack Anderson

Perdimos a Jack Anderson

UBI RIVAS
El 17 del presente mes de diciembre, falleció en su hogar de Bethesda, Maryland, el notabilísimo y legendario periodista Jack Anderson, 83 años, aquejado de una de las nuevas plagas de la humanidad que es el mal de Parkinson.

Con su desaparición definitiva, sin reprisse, pierde el periodismo norteamericano del último medio siglo pasado, a uno de sus más señalados exponentes, integrante de una pléyade que presidió, el primero, el más superno de todos, el memorable Walter Lippmann, y a quienes les marcaron tanto la II Guerra Mundial, la etapa movediza, de la Guerra Fría, las aventuras imperialistas de su país en Corea, Vietnam, el nacimiento del Estado hebrero y sus cuatro guerras contra los árabes, la nacionalización del canal de Suez por el coronel Mohamed Naguib Bey secundado por Gamal Abdel Nasser.

El nacimiento de una multitud de países post-II Guerra Mundial en Africa y Asia y de los Noal (No Alineados) en la conferencia de Bandug, 1956, teniendo de anfitrión al padre de la independencia de Indonesia, Achmed Sukarno, la aventura diseñada por el presidente Diwght Eisenhower y materializada por JFK en Bahía de Cochinos y Playa Girón; el enfrentamiento de los cohetes entre JFK y Nikita Krushev que mantuvo en vilo a la humanidad por una hecatombe nuclear en 1962, el nacimiento de la revolución cubana.

Es decir, gran parte de los episodios más impresionantes y trascendentales que ha registrado y convulsionado a la humanidad en su más reciente discurrir.

Jack Anderson conformó esa pléyade que integraron además de él y Lippmann, los hermanos Josph y Stewar Alsop, Drew Pearson, James Reston, Edgar Snow, Tad Szulc, Stanley Karnow, Herbert L. Mattews, el hombre que entrevistó al comandante Fidel Castro en plena Sierra Maestra, 1957, cuando el dictador Fulgencio Batista afirmaba que no se encontraba en territorio cubano y estaba en Sierra Maestra.

De todos ellos conservo millares de artículos, como si fuese el tesoro de un ladrón de joyas al estilo del califa Harúm Al Raschid, porque ellos y los de aquí, en realidad fueron mis silentes maestros al iniciar la más dura e incomprendida de todas las profesiones, y sin la menor duda, la más peligrosa cuando se ejerce a título de riesgo personal sin importar las consecuencias de lo que se afirma.

Los de aquí fueron y aún son, Luis Enrique Franco, Rafael Molina Morillo, Mario Alvarez Dugan, Radhames Gómez Pepín, Rafael Herrera Cabral, Germán E. Ornes, Carlos Curiel, Salvador Pittaluga Nivar, Leoncio Pieter, Héctor Pérez Reyes, Miguel Angel Peguero hijo, Julio González Herrera, cada uno, un universo y una biblioteca como la de Alejandría, en vivencias riquísimas y enjundiosas.

Ninguno como ellos delineó y expuso con tantos detalles los últimos 70 años de la vida nacional dominicana. Ninguno como ellos formó a tantos por tan poco durante tanto tiempo. Ninguno como ellos adquiere las proporciones de perennales en la memoria de los que agradecemos aprender tanto, en tanto tiempo sin mirar, como la esposa de Lot, atrás, por una reciprocidad que nunca pasó ni siquiera por años luz en las mentes de estos próceres de la información.

En los últimos años se valió de Dale Van Atta para escribir su columna.

Jack Anderson atravesó las aguas procelosas de la contumelia cuando denunció barbaries como la de Watergate al publicar las cintas secretas del escándalo de espionaje que costarA el cargo por impeachement al presidente Richard Nixon, y en cada caso fue acusado de chantajista, un epíteto muy a flor de labios de bergantes cuando les denuncian actos con santos que atañen al interés general y nacional.

Recibió por ese acto de valor el Pulitzer 1972. Escribió doce libros, lástima que sin traducir al español. Sus artículos, por medio siglo, se publicaron en más de mil periódicos de América.

Paz a los restos de un comunicador de excepción, maestro de bisoños, prócer de la comunicación, recordado por siempre.

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