Perdió Danilo?

Perdió Danilo?

MANUEL E. GÓMEZ PIETERZ
Habrá que esperar hasta mayo del 2008, para saber ciertamente si Danilo Medina perdió o ganó frente a su oponente en la batalla por la nominación presidencial. No hay que ser un augur, ni poseer una mágica bola de cristal para vaticinar que el éxito del candidato postulado exige necesariamente conducir su partido al triunfo electoral en el 2008. Si así ocurriere, Danilo sería el oscuro perdedor que sin pena ni gloria a lo sumo sería citado en una breve nota al pie de la narración histórica.

En caso contrario, Leonel sería el Icaro de «la modernidad» que pretendió alcanzar el sol volando con alas de cera, y olvidando que el poder tiene su magia y el rito de su legítima transmisión que como una dinastía se transmite de poderoso en poderoso. Trujillo, el primer dominicano auténticamente poderoso y arquitecto de su propio poder, fue definido por Don Juan Bosch como perteneciente a la clase del político que supo gobernar. Un déspota enjuiciado por un intelectual demócrata que lo combatió durante casi toda su vida, es sumamente significativo. Porque Trujillo fue indudablemente un déspota, pero con una intuitiva y sólida concepción del Estado.

Sin duda, Balaguer recibió la antorcha del poder de su fuente más auténtica. La transmitió a Leonel Fernández no por sus propias cualidades ni merecimientos; sino por su proximidad a Don Juan Bosch. Pero prematuramente el PLD decidió romper la magia del poder heredado: y nacieron los «comesolos», cuya secuela fue el surgimiento del PPH, pasando a gobernar la ignorancia y enseñoreándose la corrupción y la perversidad. El pueblo, asqueado y horrorizado por tanta corrupción y desgobierno optó de nuevo por los comesolos, no tanto por sus méritos y realizaciones, sino por los escandalosos deméritos y excesos del PPH. Pero esta vez los comesolos decidieron no comer solos, sino participar del suculento banquete servido en la mesa del PPH. Para ello esgrimieron el irrebatible y sólido argumento de la gobernabilidad y abrieron una bolsa de negociación de impunidad. En la cual aún se transan impunidad e inmunidad presente, por impunidad e inmunidad futura.

Nos encontramos así en un espacio en que la acción política ha sido sustituida por la retórica oficial y la realidad pública por el derroche propagandístico, a tal punto que resulta difícil discriminar lo ficticio de la realidad, y la verdad de la mentira. El particular interés político partidario ha avasallado al interés colectivo; circunstancia que se ve agravada por la sordera e inaccesibilidad de los funcionarios públicos que se consideran inmunes a todo cuestionamiento de su desempeño e interpretan cualquier juicio crítico del ciudadano como una manifestación de hostilidad. Es la clara expresión de la paranoia que suele afectar a las «democracias» excesivamente representativas, en consecuencia muy alejadas de las expectativas de los electores, y por tanto, muy débilmente directas y participativas.

El 2008 será previsiblemente crítico y peligroso para el país dominicano. Porque al proceso electoral concurrirá el partido gobernante con la premisa de que no puede bajo ninguna circunstancia, perder esas elecciones sin afectar su supervivencia política. Vis a vis las posibles y ominosas eventualidades del proceso político que se avecina y que imprudente y prematuramente ya se ha puesto en movimiento a marcha forzada, es mandatorio auscultar el nivel de frustración, desilusión y sentimiento de engaño del elector común políticamente no comprometido, significativamente comparado con el que condujo a la derrota del PPH.

Con casi tres años mordiendo la acomodaticia carnada de la «gobernabilidad», el PLD se lanzará en el 2008 a una campaña electoral «en busca del tiempo perdido», desdeñando el principio de que los individuos, como las instituciones, sólo hacen lo que aprenden a hacer temprano. El tiempo es como la vergüenza: «cuando se pierde, jamás se vuelve a encontrar», diría el gaucho Martín Fierro.

Las elecciones presidenciales en el 2008 afirmarán con certeza si Danilo ha sido un iluso perdedor, o el eficaz estratega que logró convertir el triunfo de su oponente en una auténtica victoria pírrica. Cual que fuere el resultado, tendrá objetivas enseñanzas sobre los reales y perniciosos efectos de las reelecciones presidenciales.

m.gomezpieterz@yahoo.com

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