Perdónalos, Padre, que no saben lo que hacen…

Perdónalos, Padre, que no saben lo que hacen…

El obispo emérito de Santo Domingo, monseñor Francisco José Arnáiz, “deplora las presiones de grupos contra los tribunales judiciales”, según leí en un titular a todo lo ancho este lunes.

El prelado, dice el diario, está preocupado porque cree que las demandas de que se haga justicia en el caso de las quiebras bancarias del 2003 podrían “forzar a los jueces y tribunales a tomar decisiones”. ¡Qué tristeza tan grande ver a un obispo tan distinguido repetir el sonsonete de quienes arguyen que no hubo fraude, que no hay culpables y que reclamar justicia es ofensivo!

 Lo que más me ha llamado la atención es que monseñor Arnáiz se destapa con esta declaración justo pocas horas después de haberlo visto yo, con mis propios ojos, compartiendo mesa con Luis Álvarez Renta, unos de los inculpados, en un finísimo restaurante. Me hizo recordar cómo y por qué hace años un famoso editorialista escribió que “todos somos corruptos”.

 Quienes mayor presión mantienen sobre la justicia, el gobierno y la opinión pública son los propios defensores del principal inculpado por la quiebra fraudulenta de Baninter. Desde alegadas frases difamatorias arguyendo que las prácticas ilegales que condujeron a su fracaso eran comunes a toda la banca criolla hasta atribuirle intenciones descabelladas a exitosos banqueros competidores suyos, uno ha oído toda clase de disparate.

 Bien hizo el prestante abogado de Santiago, don Negro Veras, en responder punto por punto los alegatos que airean incesantemente los defensores del principal inculpado por la quiebra fraudulenta de Baninter.  

 Ya tienen más de un año las comunicaciones del gobernador del Banco Central al Procurador General remitiéndole cartas de fechas 24 y 28 de agosto, así como 4, 14, 15 y 25 de septiembre de 2006, dirigidas al Banco Central y la Superintendencia de Bancos, de parte del Banco Popular, sobre las presuntas frases difamatorias expresadas por los abogados del principal inculpado de las quiebras bancarias de 2003, “a fin de que, en caso de que lo considere procedente, se investigue dicha denuncia a la luz de lo dispuesto por el literal a) del artículo 80 de la Ley Monetaria y Financiera No. 183-02, del 21 de noviembre de 2002”. El alegato de la defensa del ex-banquero es que el inculpado no es inocente, en lo referente al fraude, pero que sus faltas eran comunes a todos los demás bancos.

 Pero a mediados de diciembre pasado, el Banco Central reveló una certificación de fecha 12 de octubre indicando que en los últimos diez años no ha otorgado ningún tipo de redescuentos o auxilios especiales al mayor banco dominicano, desmintiendo a los abogados del principal acusado de las quiebras.

 La verdad es que desde septiembre de 2002 el Banco Intercontinental enfrentó serios problemas de retiro de depósitos y el Banco Central le dio facilidades de liquidez a través de redescuentos para resolver lo que lucía como un problema transitorio, provocado por falta de confianza o retiro de depósitos. Pero en vez de mejorar, Baninter empeoró. El 13 de mayo de 2003 el entonces gobernador, José Lois Malkum, dijo un dramático discurso ante el país describiendo la estrepitosa quiebra.

 La autopsia, con asistencia del FMI y expertos internacionales, reveló un fraude inmenso, según dijo Malkum. Hubo “uso excesivo de recursos de los depositantes para comprar y financiar empresas vinculadas y otorgar préstamos a personas relacionadas, con lo que se violaron las normas prudenciales que fijan límites a las operaciones con vinculados”.

 En el período enero-marzo del 2003, dijo, “fueron borrados casi RD$17 mil millones de los libros del banco clandestino, con lo cual quedaban liberados de deudas con el Baninter, su principal accionista, y empresas y personas vinculadas”. Esos RD$17,000,000,000 que según Malkum fueron robados, es la raíz del juicio que se le sigue a los inculpados por esa quiebra fraudulenta que tantas penurias ha significado para la mayoría de los dominicanos. 

 Para condenar a los imputados, si resultaren culpables, no hace falta más que una, una sola prueba. Qué pena que monseñor Arnáiz, en su cristiano afán de justicia, no la desee para todas las víctimas inocentes de este enorme fraude.

j.baez@codetel.net.do JOSÉ BÁEZ GUERRERO

Publicaciones Relacionadas

Más leídas