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Salvo honrosas excepciones, los maestros de escuelas públicas estuvieron participando de manera destacada en manifestaciones de apoyo a la dictadura de Trujillo desde la llegada de éste al poder, en 1930, hasta días antes de que fuera ajusticiado, la noche del 30 de mayo de 1961.
Entre los más connotados servidores del sátrapa siempre figuraron educadores de renombre. Tras la caída del oprobioso régimen, decenas de profesores fueron repudiados por sus propios alumnos, lo que ocasionaba malestares que afectaban y, en ocasiones, interrumpían el normal desenvolvimiento de las labores docentes. En tiempos del “perínclito varón de San Cristóbal” la mayoría, vale decir la casi totalidad de los maestros en servicio, no estaba técnicamente calificada para enseñar en un ambiente de libertad y de respeto a los derechos de los demás. En tiempos de Trujillo, el enseñar era un oficio muy mal renumerado, ejercido casi siempre por personas sin perspectivas de futuro.
De ahí la expresión popular de “más hambre que un maestro de escuela” ¡Qué ironía! La antigua Federación Nacional de Maestros (FENAMA) fue, sino la única, unas de las pocas agrupaciones sindicales que apoyaron el golpe de Estado militar que derrocó al gobierno constitucional del presidente Juan Bosch. Un alto dirigente de la FENAMA ocupó la cartera de Educación en el gobierno de facto del Triunvirato. Afortunadamente, con el discurrir de los años muchas de esas dificultades han sido superadas.
En materia de instrucción pública y de sindicalismo magisterial hemos avanzado bastante en los últimos cincuenta años. Claro está, que siempre podría decirse que deberíamos haber avanzado más.
Al inicio del siglo 21, más del 80% de los maestros que laboraban en escuelas públicas estaba en posesión de un título universitario o normalista. Y muchos de ellos habían cursado estudios de especialización, maestría y de doctorado aquí o en el exterior. En la actualidad, la República Dominicana cuenta con un cuerpo docente como nunca antes lo había tenido. Lo mismo cabe afirmarse en relación con nuestras disponibilidades en materia de directores de escuelas, técnicos y gestores. La carrera de pedagogía, junto a otras afines a ella, figura entre las más preferidas por el estudiantado universitario.
El salario promedio de un maestro hoy está por encima del devengado por profesionales de algunas que otras áreas del saber. Hemos traído a colación este recuento histórico con la intención de atraer la atención de más personas sobre el tema; y, de paso, mostrar nuestro desacuerdo con las opiniones de algunos colegas que estudiaron la carrera de Educación en universidades como la de Harvard, Cambridge, Bolonia, París o Salamanca, como parecería ser, sino que egresaron, como la casi totalidad de los docentes de nuestra generación, de las Facultades de Humanidades de nuestras universidades en los años 60, 70 y 80 del pasado siglo 20.
Las bajas calificaciones alcanzadas por nuestros alumnos en siete exámenes de lectura, escritura, matemáticas y ciencias aplicados a estudiantes de quince países de la América española y el Caribe por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación no cabe atribuírselas, como hacen algunos, a la poca preparación de nuestros maestros. Decir esto, no es más que una manera, por cierto muy cómoda, de “lanzarles piedras a los chiquitos” El promedio de inversión en educación de parte de los gobiernos dominicanos entre los años ochenta del pasado siglo 20 hasta el 2013 del actual fue de apenas de un 1.63% del PIB. Por décadas el sistema dominicano de instrucción pública fue el peor financiado de toda Latinoamérica.
Entonces, dadas esas circunstancias ¿qué otra cosa podría esperarse que sucediera? Es que aquí no faltan personas que saben muy bien cómo mezclar verdades a medias, mentiras totales y especulaciones atrevidas.