Perfil criminal por autopsia

Perfil criminal por autopsia

SERGIO SARITA VALDEZ
Así como el intelectual y el artista le imponen su sello de estilo personal a todo cuanto ejecutan, de igual manera ocurre con el homicida en relación con el cuerpo de la víctima. Este sesgo analógico en la observación fue lo que llevó en 1888 al eminente patólogo forense británico George B. Philips a diseñar su clásico «modelo de herida» para inferir el tipo de personalidad del delincuente a través del modo peculiar como llevaba a cabo la agresión.

Tomando en cuenta las tradiciones culturales y religiosas, conjuntamente con los niveles socioeconómicos y educativos de una población, es posible elaborar dentro de un período de cinco a diez años una base de datos que contenga las características físicas del trauma, el número de lesiones, las regiones anatómicas afectadas, amén de la naturaleza del arma o instrumento utilizado para perpetrar el acto de violencia.

Brent Turvey en su libro «Criminal profiling» advierte sobre la necesidad de reunir todas las pistas alrededor de un hecho de sangre que incluyan documentación de la escena combinado con el registro de los daños en el cadáver, para que mediante un procedimiento deductivo se pueda arribar al estimado científico del modelo de conducta del probable victimario.

Ronald Holmes y Stephen Holmes, autores de «Profiling violent crimes» enfatizan la importancia de la identificación del fallecido a fin de establecer su ocupación, estado marital, hábitos de vida, residencia, historia médica y judicial, así como las postreras actividades que llevó a cabo antes de su muerte. Esto asume una categoría de sumo valor si tomamos en cuenta que en un alto número de homicidios el asesino conocía a su presa.

R. Ressler y asociados en la obra «Investigación del asesinato en serie» clasifican al homicidio en simple cuando solamente una persona ha sido asesinada. El crimen es doble o triple según sean dos o tres los fenecidos en un mismo lugar y en un único suceso. Más de tres muertos es denominado asesinado en masa. El asesino en serie realiza tres o más homicidios premeditados separados entre sí por el tiempo. Por lo general el autor de esta última modalidad de crimen es organizado, inteligente y más difícil de atrapar.

En nuestro país abundan los delitos criminales por razones económicas, pasionales, emocionales y por venganza. En su inmensa mayoría la violencia ejercida es del orden instrumental, es decir, se aplica lo necesario para dominar y eliminar a la victima. Últimamente observamos un giro distinto en cuanto a la disposición del cadáver. Vemos con mayor frecuencia el transporte del fenecido a un sitio distinto de donde se le quitó la vida. También se está haciendo común descuartizar y quemar los cuerpos de los fallecidos con el propósito de dificultar su identificación y por ende hacer poco probable encontrar al culpable.

Las armas de fuego superan a las armas blancas en los homicidios del área urbana dominicana. Todavía en las zonas rurales y en los barrios pobres de las grandes ciudades los instrumentos cortantes predominan con arma homicida. El alcohol y las drogas están siendo encontrados en las muertes violentas citadinas durante los fines de semana. El sexo masculino mantiene una proporción de seis a diez por cada mujer asesinada traída al Instituto Nacional de Patología Forense.

Estamos en el proceso de desarrollar nuestro perfil criminal en base a las lesiones registradas en la mesa de autopsia. Se trata de una tarea que requiere tiempo y dedicación. La institucionalización de estos menesteres permitirán en un futuro no muy lejano contar con la información suficiente para esbozar la personalidad del asesino dominicano basado en el patrón de las heridas y el instrumento utilizado en el hecho de sangre.

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