Perfil del hombre o mujer feliz

Perfil del hombre o mujer feliz

LUIS R. SANTOS
Cuando una empresa se ve en la necesidad de reclutar a alguien para un puesto de gerencia, describe el perfil ideal del candidato o candidata. De igual manera, cuando estamos por emparejarnos buscamos, escarbamos, tratamos de encontrar el perfil deseado en esa otra persona.

Para cada posición existe un candidato o candidata que se acerca a lo máximo a que aspiramos. Así también podríamos describir el perfil de un hombre o mujer feliz.

El hombre o mujer feliz no es ni blanco ni moreno; ni pobre ni rico. No es ni obeso ni delgado; simplemente es un ser común y corriente, que puede tener cualesquiera de las características descritas anteriormente. No tiene que ser ingeniero o abogado. Ni artista o chiripero. Simplemente ser.

El hombre feliz, aquí también nos estamos refiriendo a la mujer, es aquel que está consciente de que la razón principal por la cual existe es para vivir en felicidad. Es aquel que sabe que ser un buen ser humano paga altos dividendos y que al mal también se le aplica el mismo criterio; es aquel que está comprometido con las mejores causas de la humanidad; es aquel que no comete injusticias ni abusos ni tampoco los tolera.

Es aquel que no es avaro ni ambicioso. Es aquel que trabaja para vivir pero que no vive para trabajar. Es aquel que es tolerante; que no se dedica a censurar de manera constante a sus semejantes. Es aquel que se convierte en maestro de las relaciones humanas; que sabe que la armonía es fundamental para la felicidad.

Es el hombre feliz un ser alegre, que sonríe sin muchos motivos, pero que también llora cuando le es preciso. Es humilde, manso; escucha más que lo habla; no discrimina. Comparte con los sabios, con los genios, con los poderosos, pero también con pobres, con los necios y los mediocres.

Siempre está presto a la esperanza, la que reparte entre sus semejantes. Y nunca hace el papel de profeta de la desgracia. Su optimismo es contagiante, inagotable.

Ama y olvida cuando es preciso. El perdón es para él una práctica cotidiana. No guarda rencor; aprende a desalojar los monstruos destructores que se incuban en el interior de los seres humanos. Está entrenado para vivir en pareja o en soledad.

Todas sus actitudes están orientadas a desbrozar el camino de la felicidad, a despejarlo de escollos para poder transitar mejor por él.

Es equilibrado, enemigo de los excesos. Come para vivir, pero no vive para comer. Vive con intensidad pero sin prisa. Busca el placer en las cosas sencillas de la vida y no paga un alto precio por éste. No ofende pero es capaz de tolerar las ofensas. Respeta las creencias ajenas, aunque no las comparta.

 No tiene complejos de ninguna clase; se siente confortable espiritualmente andando en una yipeta del año o en una voladora; disfruta con el mismo placer de un plato de arroz con huevos revueltos que de una langosta en salsa de albahaca. Igual de bien se siente calzado con una guaimama que con unos Bally; la moda no le desvela pero tampoco la rechaza.

Enfrenta la adversidad con entereza; no le teme a la muerte pero tampoco es temerario.

Y siempre recuerda que el día de hoy es el mejor día de su vida.

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