PERFIL
Cuando Rohlihaha fundó una nación

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El 18 de julio de 1918 en Transkei, nace un niño al que sus padres llamaron Rohlihaha, que en su lengua tribal significaba “el que causa problemas”. Ningún otro nombre podía ser más adecuado para esa criatura y al parecer, sus progenitores lo eligieron porque tal vez, tuvieron un certera premonición,  ya que con el transcurrir del tiempo ese niño, convertido en hombre, causaría tantos problemas en su medio social, que se alteraría el “status quo” y sería él quien convertiría a su país en una nación.

Pero antes de eso habría de correr mucha sangre. Rohlihaha crecía y, serían sus ansias de superación las que lo llevarían a alejarse del seno familiar. Se marchó al centro urbano más cercano y allí se graduó de abogado. Naturalmente, él ya se llamaba de una manera diferente, porque para matricularse en la universidad era necesario tener un nombre cristiano. Otra circunstancia importante a destacar es: que Rohlihaha era negro y por eso se le despreciaba y era considerado un ciudadano de tercera categoría. No aceptó nunca esa realidad y se comprometió a luchar con todos los medios a su alcance contra de ese estado de injusticia.  Por esa postura rebelde y contestaria sería perseguido y encarcelado. Están equivocados los que piensan que el escenario que estamos describiendo corresponde a los Estados Unidos de Norteamérica.

El nombre elegido por  Rohlihaha, fue Nelson, conservando, desde luego el apellido Mandela. Hoy en día  él es el más ilustre y destacado ciudadano de la segunda mitad del siglo XX, un hombre que por el color de su piel conoció todo  los vejámenes que pudiera ofrecer la vida. Durante veintisiete años permaneció preso en una isla frente a las costas de su patria: Sudáfrica. Los largos años de ostracismo nunca lo alejaron de su pueblo ni disminuyeron sus ansias de libertad para todos sus compatriotas oprimidos, porque Sudáfrica podía ser cualquier cosa, menos una nación.

Allí la mayoría de los habitantes vivía bajo el más odioso sistema político, conocido  como “apartheid”. Medio millón de blancos mantenían en la más abyecta pobreza y sin falta de oportunidades a cinco millones de personas de color. Los negros sudafricanos estaban segregados social y culturalmente, sin derechos de ninguna clase, relegados a los trabajos más denigrantes y  obligados a vivir en ghettos, siendo Soweto el más célebre por sus luchas en contra del injusto sistema.

No cabe duda de que el joven Mandela tuvo en sus años de formación profesional y humana muchos modelos que le sirvieron de inspiración en su lucha contra el apartheid.  El más destacado de todos debió ser Abraham Lincoln, el libertador de los afronorteamericanos, porque fue evidente que puso en práctica aquella doctrina del gran presidente norteamericano, conocida como de “la casa dividida”.

Para Lincoln, los Estados Unidos es la casa de todos los norteamericanos, pero por estar dividida entre negros y blancos no podía progresar.  De manera previsora el presidente norteamericano advirtió que  “una casa dividida en sus cimientos, nunca podría mantenerse en pie”. La aplicación de esa doctrina dio origen a la guerra civil en la que se enfrentaron ferozmente, los norteamericanos del sur contra los del norte.

Una guerra civil  habría sucedido si Mandela, después de ser liberado el 11 de febrero de 1990, hubiese anidado en su pecho el rencor. Los blancos necesitaban de Mandela para que el fuego de las pasiones no los consumiera a todos. El era su única posibilidad de supervivencia y no vacilaron en solicitar su ayuda y sobre todo, su comprensión. Y Nelson Mandela comprendió el grave dilema y  de su parte no hubo retaliaciones, ni venganzas. El pasado decidió dejarlo en el pasado. Olvidó sus veintisiete años de prisión en la isla Robben y todas las vejaciones y persecuciones anteriores. 

A cambio de eso, se dedicó a crear una nueva conciencia en su pueblo, haciéndoles comprender que una nueva patria era posible y que dentro de ella podían vivir en paz todos los sudafricanos. Una vez alcanzado el poder (el 10 de mayo de 1994), no quiso ser un presidente exclusivamente para los negros, decidió que era mejor y más conveniente, ser el mandatario de todos (de los negros y los blancos) y eso acrecentó su prestigio y dimensionó su figura a un nivel, que tal vez él mismo no previó. 

El antiguo Rohlihaha, por su labor de concordia recibió el Premio Nobel de la Paz, compartiendo el galardón con aquel que algún momento había sido su rival: Frederick de Klerk.  Hoy día, Nelson Mandela es todo un símbolo universal, por aquel gesto de perdón que ofreció a todos los que le vejaron e hicieron lo mismo con los de su raza. Igual o mayor valor tiene su renuncia a  repostularse al alto cargo que ocupaba, ofreciendo a otros la oportunidad de poder hacer una labor igual o superior a la que él había desarrollado en beneficio de sus compatriotas

La historia de Sudáfrica, necesariamente hay que analizarla antes y después de Nelson Mandela. Antes de él Sudáfrica era un país, ahora es una nación. Y qué bueno que él todavía puede contemplar su obra y saber que es un referente para todos aquellos que piensan que el poder es la meta más importante entre todas las actividades humanas. Hoy su figura es tan respetada que se le ve como el bondadoso “abuelo” de los pueblos africanos, así como de todos aquellos países que conforman ese mal llamado “Tercer Mundo”.

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