Enfermedades de ritmo ascendente han reclamado perentoriamente la atención de las máximas autoridades sanitarias ahora decididas a emprender un plan de mediano plazo que reduzca, además de preocupantes índices de mortalidad, los daños a la calidad de vida de muchos dominicanos. La proliferación de casos sin control de hipertensión arterial, diabetes, obesidad y cáncer pasa a tener de frente a organismos asistenciales en sus causas más directas y frecuentes que han sido, entre otras, la insuficiente vigencia de la añorada atención primaria en el seno de comunidades para la detección temprana de afecciones y la promoción de hábitos de vida saludables. Urge ampliar el acceso de ciudadanos a consultas y medicamentos, sobre todo de aquellos castigados por el desempleo, los bajos niveles de ingreso y la escasa formación escolar que los hace más vulnerables y de menor capacidad para reaccionar a los síntomas.

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La gente del ostracismo social que sufre en carne propia los limitados alcances de la Seguridad Social y el alto costo de servicios médicos privados y de los medicamentos más efectivos permanentemente trepados al lomo de la inflación. Cuando el Estado y los ayuntamientos causan insalubridad ambiental por deficiencias de servicios que obligan a almacenar agua inadecuadamente en hogares o crean abundancia de basura en barriadas, la salud comunitaria pasa a los mayores riesgos que el plan «Salud 2030» debe combatir con saneamientos y otras acciones preventivas.