POR SEGUNDO ANTONIO VÁSQUEZ
En medio del enorme patio que sirve de entorno a la Fortaleza Ozama se encuentra el Polvorín, edificación rectangular construida a mitad del siglo XVIII de grandísimas piedras talladas con tres metros de espesor, en cuya parte superior, coronada, corre a todo lo largo un adorno compuesto de molduras enladrilladas en forma de dientes de sierra. Tiene un techo con ladrillos inclinados y varios caños de desagüe.
Los muros se mantienen intactos manifestando su solidez, no sólo por el material utilizado, sino por qué estos se levantaron revestidos: fue principalmente como medida de protección para la pólvora almacenada allí, pues su espesor rocoso, aparte de la ventilación, evitaba su deterioro y a ésta la mantenía fresca.
También, fue necesario construirlo sin más huecos que las estrechas hendiduras actuales en el exterior, las cuales no se confrontan con las aberturas correspondientes que hay en el interior, medidas de seguridad muy lógicas en un depósito bélico, aparte de su recia bóveda que la protege de la humedad.
En cambio, lo curioso es que para la esquina sureste del vértice sobresale una corta extensión del muro techado de ladrillos inclinados, por una razonable medida, también de seguridad en un edificio de esta índole, cuya prolongada pared encierra el espacio de una sola puerta con penetración indirecta al interior, a través de un pasillo paralelo al muro.
Allí hay un precioso y único portal de arco apuntado formado de sólidas rocas labradas, en cuya cima corre un adorno compuesto de molduras del cual sobresale el marco curveado de un arquito que encierra una hornacina, en cuyo centro se observa una imagen empedrada de Santa Bárbara, la cual en una mano tiene la palma del martirio y en la otra un castillo.
La estatua se sostiene encima de una base en forma de elaborado coronamiento. Otro adorno compuesto de molduras resguarda la hornacina a modo de antepuerta y encima de ella se incrementa una decoración compuesta de nervaduras en forma de arista en cuyos extremos hay unos curiosos adornos desarrollados en espiral, de influencia barroca.
En su última área existe un blasón con partes borradas en un campo, en cuya parte alta todavía quedan restos de una corona real, y a los lados, a modo de timbre rodeando el blasón está la insignia de la Orden de Caballería de Oro, en forma de collar con eslabones, del cual cuelga un pedernal echando llamas que sostiene a su vez el vellón de un carnero.
Al final del patio, en el ángulo sureste están los residuos de una arquería con cuatro arcos enladrillados, los cuales pertenecían al fuerte de Santiago.
En los gruesos muros almenados que corren detrás hay varios cañones, en cuyo ángulo sureste se encuentra la antigua garita construida con el mismo criterio estructural de la muralla, que era la caseta de piedra en donde antiguamente permanecía el centinela dominando con la vista el horizonte.
Cerca de lo que antes era parte del Río Ozama cuya desembocadura era un punto estratégico (hoy avenida del Puerto), están las vetustas instalaciones de la plantaforma de tiro, reconstruidas con su rampa de acceso.
En la superficie de argamasa con partes de ladrillos, están los cimientos de las habitaciones antiguas desaparecidas que antes existían.
En el centro del patio hay un pozo ovalado de ladrillos y un aljibe que actualmente está convertido en cisterna.
Asímismo, en el primer tramo de la muralla almenada que circunda el inicio de la calle Las Damas, aparece una pequeña puerta, hoy enrejada, que antes servía de entrada al camino de ronda.