Forense es un vocablo aplicado de preferencia al médico empleado como auxiliar por juzgados o tribunales administradores de justicia.
En nuestro país, donde creo que no tenemos todavía periodistas forenses, los ciudadanos ejercemos ilegalmente ese oficio especulando sobre muertes difíciles de explicar.
Los mejores ejemplos de lo anterior se han verificado con las muertes del ex senador de El Seibo, Geraldo Apolinar Aquino y la doctora Soanny Montero, sobre los cuales algunos periodistas (no forenses) dieron informaciones iniciales desconcertantes, asombrosas, que luego otros periodistas (tampoco forenses) cambiaron, produciendo igual o peor desconcierto, provocando una tormenta de especulaciones y la aparición de una caterva de peritos apócrifos opinando sobre posibilidades de suicidio u homicidio que no concluye todavía.
Lo básico de la desinformación era que el ex senador fue encontrado sentado en una silla plástica, con el arma mortal que un amigo olvidó en su casa, sobre su pierna o sobre su pecho y que tenía dos disparos en la cabeza; igualmente se informó que la doctora colocó un parasol y un protector solar al entrar a un parqueo subterráneo (donde se supone que no penetran los rayos solares) y que su cuerpo fue encontrado sin la ropa superior en el asiento trasero de su vehículo de donde la cámara de vigilancia la captó saliendo para montarse detrás y luego la misma cámara reveló que nunca salió del vehículo.
Así como se premia la información veraz y responsable debería sancionarse la desinformación.
Lo penoso es que ni siquiera la necropsia dará datos confiables por el estado de putrefacción del cuerpo de la doctora y quedará otra extraña y lamentable muerte sin explicación satisfactoria.