Periodismo y poder

Periodismo y poder

DIÓGENES CÉSPEDES
Después del triunfo de la corrupción generalizada ejercida por el balaguerismo y continuada por los partidos que le sucedieron en el poder, es ya prácticamente imposible encontrar un tipo de periodismo como el ejercido en los doce años. Hoy, luego de la caída del muro de Berlín, prima en nuestra sociedad la cultura «light».

Esta permite, en nombre del relativismo, que cada cual imponga su verdad y ya nada es malo ni bueno, sino que todo se vale y todo depende de lo que le convenga al sujeto. Un fantasma recorre el mundo: La sociedad unipolar de la globalización y el neoliberalismo. Su ideología es lo frívolo o «light» en cualquier acción, materia o disciplina.

En el caso de nuestro país, tal como percibo el fenómeno, sin que haya sentido de la historia, vivimos en el siglo XXI como dato cronológico, pero cultural y mentalmente el comportamiento y la praxis nuestra corresponde a la etapa final del régimen de acumulación que va en Europa de 1870 a 1929, donde el sector financiero y bancario subordinó a su lógica al recién implantado industrialismo.

Nuestro país saltó el industrialismo y lo más lejos a que llegó fue a los monopolios trujillistas. Ahora se vive un período de control absoluto de todas las actividades económicas y culturales por parte de una oligarquía financiera que, como clase dominante, no le conviene ejercer por sí y para sí el poder político, aunque lo ejerce a través del control de los políticos y la cúpula de los partidos.

El término oligarquía no tiene para mí el significado ideológico que le asignaron los griegos. Vivimos en la era del capitalismo digital. Se me argüirá que los cárteles, trusts y monopolios están ya teorizados y previstos por los científicos que describieron todas las variantes del capitalismo y que, incluso, contra estas variantes se adoptaron disposiciones legales. Sea.

Pero con lo que no contaron los analistas del fenómeno fue con que en la República Dominicana la burguesía se saltaría el proceso del industrialismo y pasaría a convertirse en oligarquía financiera que controla la economía dominicana, según lo ha documentado Esteban Rosario en su libro «Las quiebras bancarias en Santiago y Santo Domingo» (2006).

Dice el autor que esa oligarquía controla también los grupos industriales, el comercio importador y exportador, los periódicos nacionales, cadenas radiales, televisoras, el crédito (el 4.4% de los clientes de los bancos recibe el 85% de los préstamos). También controla las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) y las Administradoras de Riesgos de Salud (ARS), las compañías de seguros (vehículos, médicos y empresas marítimas), así como el mercado de valores, el consumo de las clases media y alta a través de las tarjetas de crédito.

Controla también a las élites políticas, los partidos políticos, las grandes cadenas radiales, las corporaciones de zonas francas, el sector inmobiliario, el envío de las remesas al país, la cúpula militar, la jerarquía católica, los consejos directivos de las principales universidades y los organismos de decisión económica del Estado. (p. 13-14)

Pero la novedad de este sistema de dominación que se saltó el período de la industrialización radica en que las familias que componen esta oligarquía financiera están indisolublemente unidas por lazos de sangre y todos «son primos, tíos, sobrinos, hermanos, cuñados, yernos o suegros», según Rosario (p. 15).

El autor dice: «La alianza de esos grupos familiares facilitó una mayor concentración de capital y una dinamización de la estructura del poder político y económico». Esta consanguinidad facilitó que la oligarquía financiera desplazara del poder a la oligarquía agro exportadora, la cual «controlaba el poder político, económico y cultural del país desde el siglo XIX», junto a las oligarquías comercial y terrateniente como socias menores.

Esta oligarquía financiera es una minoría «muy minoritaria», como dijera un político. No llega ni al 0.25 % de los 9.200.000 habitantes que tiene el país. Pero esa minoría muy minoritaria controla el 85 ó 90% de todas las riquezas que produce el país.

El funcionamiento de esa oligarquía financiera es una espada de Damocles que pende sobre el cuello de la prensa. Si este es el contexto donde se desenvuelve el periodismo dominicano, ¿existe libertad de prensa en nuestra sociedad?

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