Periodistas en las cuatro esquinas

Periodistas en las cuatro esquinas

POR ANGELA PEÑA
Hay muchas confusiones y equivocaciones respecto a los periodistas. Como ocurre con muchos otros profesionales, entre los que ejercen el oficio de comunicar hay gente seria y, lamentablemente, una enorme cantidad de aprovechados, mercaderes de la información que han hecho de la noticia un negocio del que sacan provecho y beneficio por las vías más inimaginables. Se las ingenian para garantizar vigencia permanente en los medios escritos y televisados a líderes políticos, artistas y funcionarios figureros. 

Algunos invitan expertos a sus programas y después de sus comparecencias les pasan inconsultamente factura. Llevan a personalidades a sus espacios a vaciar desahogos y lanzar diatribas contra atacantes, sin interrumpirlos en sus retahílas porque el acuerdo, previo a la intervención, es la complacencia, con pago por adelantado. Hay otros que ofrecen y cobran publicidad para programas que sólo existen en sus mentes ventajistas.

Los integrantes de esta clase, compuesta por hombres y mujeres que en otros tiempos eran vistos como apóstoles y recibidos con alivio porque eran la seguridad de una denuncia desinteresada, la defensa de los oprimidos, la voz de los que por su condición de marginalidad no tenían acceso a la prensa, los símbolos de la objetividad, los que se enfrentaban a espantosos riesgos para transmitir en vivo desde el más remoto lugar del hecho, no son todos deshonestos, vividores, incumplidores, irresponsables, mentirosos ni arrebatadores pulgones que plagosean y engañan, que venden su pluma y su conciencia a veces por chucherías, cachivaches y chiripas.

Habrá charlatanes y rastreros, adúlteros y mujeriegos, pedigüeños, impúdicos, insensatos y corruptos como existen en todas las profesiones. Pero hay que tener cuidado al juzgarlos porque a veces se incurre en medirlos a todos, injustamente, con el mismo rasero, metiéndolos juntos en el saco de los sinvergüenzas e indignos.

Recientemente una colega fue descartada como inquilina en una oficina de bienes raíces porque los estatutos de esa compañía disponen que no se les alquile a militares, abogados ni periodistas. La indignación se apoderó de otra a la que la propietaria de una clínica de estética se negó a atenderla si no pagaba el ciclo de tratamientos por adelantado, alegando que los periodistas son todos unos pícaros. Y la dueña de una boutique recién inaugurada pedía a una compradora que le llevara clientas, pero que no fueran periodistas ni presentadoras o productoras de televisión porque éstas todo lo querían por intercambio.

Estamos en las cuatro esquinas a causa de un grupo de descarados malandrines que más que informadores o forjadores de opinión se han convertido en inescrupulosos profesionales del engaño, en comerciantes de la información. ¡Qué equivocados están los que juzgan a todos por igual! ¡Qué vergüenza tener que aceptar que un grupo grande de  truchimanes y fulleros, a los que muchos califican de chantajistas y llaman a la franca payoleros,  hayan llevado al descrédito una profesión tan noble!

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