Periodistas son nuevo blanco de narcos en México; a diario reciben amenazas

Periodistas son nuevo blanco de narcos en México; a diario reciben amenazas

CIUDAD JUAREZ, MÉXICO. AP. Mientras el fotógrafo estacionaba su Ford Explorer en un campo de fútbol, el crujido de su radio fue interrumpido por un pasaje de música de acordeón.

Era un fragmento de un “narcocorrido” –los corridos que glorifican a los traficantes de drogas–, que anunciaba más muertes relacionadas con la guerra contra el narcotráfico, la cual cobró más de 4,000 vidas este año. 

Héctor Dayer ya estaba al tanto de eso. Frente a sí tenía los cadáveres de siete personas, atadas, golpeadas y con varios balazos. Lo que no sabía es si entre ellas había otro colega. 

Dos semanas atrás, Dayer había fotografiado a un amigo, un veterano reportero de policiales de un diario rival, que había sido baleado en su automóvil ante la mirada aterrorizada de su hija de ocho años. 

Esta vez no había nadie del gremio periodístico entre los muertos. Dyer tomó su cámara, se subió el cuello de su chaqueta para tratar de ocultar su rostro y se puso a fotografiar la carnicería humana.  “Deberíamos usar pasamontañas, como la policía”, declaró Dayer, quien trabaja en el diario El Norte y tiene dos hijos. “Estamos muy expuestos. Todos nos pueden ver e identificar. Saben que si hay muertos, allí voy”.

México es el país de las Américas donde más periodistas son asesinados y uno de los más peligrosos del mundo para ese gremio.

El Comité de Protección al Periodista (CPP) con sede en Nueva York dice que desde el 2000 fueron asesinados al menos 24 periodistas y que siete desaparecieron en los últimos tres años.  Muchas de las víctimas habían informado recientemente sobre vínculos entre la policía y los carteles de la droga.

Se especula que algunos recibían dinero de los narcotraficantes, pero es difícil comprobarlo porque estos asesinatos rara vez son investigados en serio. De los 24 casos conocidos se ha resuelto solo uno, según el CPP. 

Los ataques van dirigidos contra periodistas específicos e incluso contra el medio en sí. Ha habido por lo menos dos casos en los que arrojaron granadas a las oficinas de un diario. Los ataques están logrando su propósito de silenciar a los periodistas y vulneran la democracia mexicana.

Los medios de todo el país informan cada vez menos sobre la guerra contra el narcotráfico y, en el mejor de los casos, se limitan a reproducir lo que dicen las autoridades, sin contexto, sin análisis y sin investigación alguna.

En la mayoría de los sitios, los periodistas no reportan ni siquiera los asesinatos que ellos mismos han presenciado. 

Ciudad Juárez, la urbe mexicana más violenta, con 1,400 muertes en lo que va del año, es una excepción. Los periodistas aquí siguen informando sobre las muertes diarias, sin usar firmas ni identificar a los fotógrafos.

Muchos usan distintos autos y cambian de ruta para ir a trabajar. Algunos usan chalecos a prueba de balas, aunque se cree que eso los convierte en un blanco más visible. 

Casi todos los periodistas policiales han recibido amenazas de muerte. Incluido Armando Rodríguez, veterano reportero de El Diario, de 40 años.

En febrero Rodríguez pidió protección a la fiscalía, pero le exigieron que hiciese una denuncia policial y se negó. El 13 de noviembre, Rodríguez estaba en su auto, frente a su casa, con su hija de ocho años, esperando a otra hija de seis años para llevarla a las niñas a la escuela. De repente empezaron los disparos.  La esposa de Rodríguez, Blanca Martínez, pegó un grito al mirar por la ventana de la cocina.

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Caso Rodríguez

El 13 de noviembre, el periodista Armando Rodríguez estaba en su auto, frente a su casa, con su hija de ocho años, esperando a otra hija de seis años para llevarla a las niñas a la escuela. De repente empezaron los disparos. La esposa de Rodríguez pegó un grito al mirar por la ventana de la cocina. Vio la cabeza de su marido inclinada y pensó que estaba buscando su teléfono celular para llamar al diario e informar que había una balacera. Luego se dio cuenta de que no se movía. Y su hija estaba temblando a su lado.

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