Periodistas y medios deben ser receptivos a las críticas sin renunciar a la verdad

Periodistas y medios deben ser receptivos a las críticas sin renunciar a la verdad

Medios y periodistas, que con toda razón y propiedad defienden el derecho a hacer trabajos críticos, no siempre están preparados para que les enmienden la plana o les formulen observaciones, y mucho menos para acogerlas de buena gana.

El derecho a réplica no disminuye la función del periodismo independiente y, por el contrario, tiende a fortalecerlo si es bien entendido y ejercido con equidad, equilibrio y libre de arrogancia, sobre todo cuando se han podido deslizar algunas imprecisiones o señalamientos fuera del debido contexto.

Sin embargo, es bueno establecer una diferencia entre la aclaración pertinente -bien fundamentada y presentada de forma atendible- de la necedad de personeros y funcionarios que siempre estarán insatisfechos de cualquier crónica que no vaya acorde con sus deseos e intereses y que reaccionan con improperios y hasta amenazas.

En esos casos se trata de claros e intolerables intentos de coartar el libre ejercicio periodístico, o sea de tratar de impedir que hasta el público lleguen informaciones de interés general sobre anomalías, abusos, irregularidades y la violación de principios y normativas legales, aunque se disponga de evidencias concretas de tales situaciones.

La prensa cumple una función vital cuando se identifica con la defensa del bien común, la ley, la institucionalidad y los derechos humanos, además de servir de vehículo de expresión a las quejas y necesidades de la población. Pero como toda obra humana, no está exenta de errores e imperfecciones y, por ende, necesita someterse constantemente a un riguroso proceso de auto-revisión sin desoír las opiniones ajenas.

Por un mal concebido concepto de la solidaridad de clase, algunos comunicadores llegan a sostener que es necesario evitar cualquier crítica entre medios y periodistas. De ahí que se use, por extensión analógica, la expresión de que “entre bomberos no se deben pisar las mangueras”.

El periodista José Báez Guerrero acaba de romper con esa equivocada noción, al publicar el libro Diatribas, donde describe, con precisos detalles y fiel arreglo a hechos y realidades, episodios que dejan muy mal parada la imagen y credibilidad de algunos profesionales del periodismo que juegan a una respetabilidad de fachada.

De esa forma, acaba de cumplir de forma responsable con una función que no es nada grata, pero que tiende a ilustrar, y más propiamente a prevenir al público que sigue las noticias y comentarios, sobre los entramados nebulosos que se mueven a veces detrás de informaciones y publicaciones pretendidamente legítimas.

Quienes conocemos a José Báez y seguido de cerca su trayectoria periodística, de escritor y columnista, no estamos sorprendidos por esta exhaustiva recopilación y sus anotaciones, en ocasiones cáusticas, pero ajustadas a la verdad, porque siempre lo hemos visto actuar con entereza, sin vacilaciones y dispuesto a enfrentar de frente a detractores u ofendidos.

Como persona de visión amplia, que no sólo ve yerros, sino que también reconoce méritos, José ofrece a los lectores una contrapartida con “Encomio de la Prensa, antídoto a Diatribas”, un libro que de seguro producirá un contrapunto de satisfacciones y resabios.

En esos casos se trata de claros e intolerables intentos de coartar el libre ejercicio periodístico, o sea de tratar de impedir que hasta el público lleguen informaciones de interés general sobre anomalías, abusos, irregularidades y la violación de principios y normativas legales, aunque se disponga de evidencias concretas de tales situaciones.

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