Periodistas y «programeros»

Periodistas y «programeros»

FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
Hace unos años, diremos que durante y después de la era de Trujillo, se «enganchaba» mucha gente al Periodismo que, con talento y vocación, no era lo que se llama «un profesional» del Periodismo. O sea, alguien que había estudiado en la Universidad de Santo Domingo de aquel entonces, dicha carrera. Yo, a instancias de don Manuel Valldeperes, formidable periodista español, a la sazón director del vespertino «La Nación», y director también de la Escuela de Periodismo de la misma Universidad, empecé mi carrera.

Un día, mejor dicho, una tarde acababa de salir de una cátedra de Derecho, pasé coincidencialmente por el antiguo auditorio de la alta casa de estudios y me sorprendió ver, frente al proscenio, once personas recibiendo clases.

Al no saber de qué se trataba, entré y ocupé un asiento en las primeras filas del auditorio. El profesor era don Manuel Valldeperes quien, al ver la atención que yo prestaba a sus palabras, me preguntó si le interesaba estudiar…¡Periodismo!

Tomado de sorpresa duré un instante antes que decir que sí y don Manuel de inmediato me invitó a pasar y a sentarme alrededor de una larga mesa ovalada, junto a los otros once alumnos. Terminada la clase, pedí explicaciones sobre qué tenía qué hacer para inscribirme. Al ser estudiante universitario me fue fácil llenar los requisitos y al otro día ya era estudiante de la Escuela de Periodismo, entre cuyos profesores se encontraba una pléyade de intelectuales de nota como el propio don Manuel, don Cundo Amiama y otros que lamentablemente no recuerdo.

Me gradué en el 1961 y en el 1962 la UNESCO me becó para cursar estudios en el Centro Internacional de Estudios de Periodismo para América Latina (CIESPAL), en Quito, Ecuador.

Al regresar, don Germán Emilio Ornes Coiscou, director-propietario de El Caribe, me contrató como editor político y reportajista. Lo voy a dejar ahí porque la historia es larga.

Pero el quid del asunto es que ahora periodista es cualquiera. Un individuo que no pronuncia una ese (s) ni ante un pelotón de fusilamiento, abre un programa de radio o de televisión y de inmediato se le llama «periodista». Podría ser comentarista, pero periodista en el sentido lato de la palabra, jamás.

Y en nuestro país los programas de esos «periodistas» se cuentan por decenas y todos bien parados, comercialmente hablando.

Y no es que yo esté pidiendo que solo los periodistas profesionales puedan trabajar. Todo lo contrario. Conozco muchos «no profesionales» que son mucho mejores, tienen mejor conocimiento de la noticia y escriben como lo manda «el librito».

Pero hay que deslindar los campos: hay periodistas profesionales (aunque no hayan asistido a Universidad alguna), y los hay vocacionales, con mucho talento y concepto de lo que están haciendo.

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