Perjuicio del que nadie escapa

Perjuicio del que nadie escapa

Todo propósito de reorganizar el mercado de combustibles con instrumentos legales que atenúen los efectos de las alzas del petróleo que están a la orden del día debe tomar en cuenta a los consumidores de un modo integral. Los encarecimientos no se limitan a transportistas. A estos hay que tomarlos en cuenta pero comprometiéndoles a superar sus ineficiencias que también determinan que el servicio les cueste más a ellos y a los usuarios sin garantías de que las agrupaciones gremiales del transporte público operan con racionalidad y con equipos que se compadecen en este momento con el objetivo esencial de ahorrar carburantes. La mayor inversión del Estado y su meta más importante debe permanecer en el desarrollo de sistemas de transporte masivo energizados con eficiencia y respeto al ambiente.
No está demostrado que el método de fijación de precios de los derivados del crudo responda a una lógica de equilibrio para que la conveniencia de recaudar para el Estado no supere la importancia de los combustibles como movilizadores de la economía para impulsar el desarrollo y múltiples actividades de la sociedad. Una presión impositiva desmesurada, que coloca a los carburantes dominicanos entre los más costosos de la región, si no los que más, penaliza al usuario. Que se haga lo contrario: que tributos de baja intensidad incentiven el uso de vehículos económicos y carguen el dado a los dispendiosos.

Al margen de las regulaciones

La contratación de servicios de seguridad privados puede ser imprescindible en muchos casos para proteger vidas y bienes; un recurso adicional a lo básico constituido por la Policía y las prevenciones que toda entidad o persona deben tomar para reducir su exposición al delito. Pero la confianza en esa prestación debe sustentarse en un control sobre las agencias de guardianes a cargo de autoridades competentes, lo que no parecería posible a falta de leyes regulatorias. En lo fundamental no hay derecho a agruparse con armas de fuego para, de buenas a primera, fungir de protector de propiedades sin demostrar competencia. Esa modalidad informal con posible uso de la fuerza debe ser perseguida en atención al orden legal existente. Y con el mismo rigor supervisar con exigencias de profesionalidad a las agencias debidamente establecidas.

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