Una de las grandes conquistas de las sufragistas de vanguardia ha sido que el sujeto mujer alcanzara la ciudadanía, y con este estatus los derechos civiles, políticos y económicos que la hiciera trascender a las mujeres del espacio privado al público.
De hecho, las últimas tres olas del movimiento de mujeres han estado centradas en crear las estrategias para visibilizar que el territorio que se consideraba designado únicamente para los hombres les pertenecía por igual a ellas; también en sus redes transnacionales han indagado en las praxis para apoyar la construcción de una ciudadanía solidaria y plural, más humana.
¿Qué pasará entonces ahora cuando la humanidad está confinada en el espacio privado como única manera de salvaguardarse ante el coronavirus COVID 19? ¿Tendremos una regresión de nuestras agencias? Sin dudas, este es un escenario que no solo recoloca los avances de las mujeres ante nuevas perspectivas, puesto que subyacen cambios en todos los órdenes de los modelos de poder establecidos.
Afortunadamente las mujeres en los hogares podremos retomar los saberes desde el affidamento, y reconstruir a partir de los hitos obtenidos por las «constructoras de la ciudadanía» (término acuñado por Ylonka Nacidit-Perdomo), la contribución que las empeñó afanosamente, y se trataba de la educación de las hijas y de los hijos, de toda la familia y sus comunidades, en altos valores de patriotismo, civismo y honestidad. Siendo el rescate de acciones solidarias las enseñanzas más preclaras que «Ellas» legaron.
Además, fue desde sus hogares que Petronila Angélica Gómez, Consuelo Montalvo de Frías y María Luisa Agnelis de Canino (constituidas en la mesa de Redacción de Fémina) intercambiaron cartas para redactar el documento a favor del reconocimiento de la «materna potestad», en 1926, a fin de listar y establecer los derechos de las madres para conservar a sus descendencias; también, escribieron los puntos explicativos para que el matrimonio tuviese mayores facilidades con la finalidad de reducir la cantidad de «hijos naturales»; también fue en su hogar que Carmen G. Vda. Peynado, sufragista y educadora, abogó por el establecimiento del Día del Árbol y los huertos escolares, siendo una pionera ecofeminista.
Desde el hogar son incalculables los aportes que hizo Abigail Mejía Soliere, puesto que previo a la constitución del «Primer manifiesto de Acción Feminista Dominicana», convirtió su espacio privado en un centro de investigación y de lectura dando a la luz pública anteproyectos sobre la ley de protección a la infancia, la ley que favorezca y facilite el matrimonio y la ley del negociado del trabajo de la mujer.
Hay infinidad de «Ellas» que activaron desde el hogar, las modistas, las dulceras, las sembradoras. Nuestras abuelas, nuestras madres. Sus contribuciones, invisibilizadas, no solo se cuantifican en la economía del cuidado, sino en esos saberes que nos permiten tener el aliento ante mil y un desafíos, como el actual. Por eso, ante el confinamiento por el COVID 19, es a esos saberes y experiencias que debemos retornar, recontar, volver. Pues al superar este confinamiento, el renacer necesitará de las agencias que vamos a concretar en estos días.